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Las dulces lágrimas de Clinton. ¿Son sexistas las críticas al llanto de la candidata? La respuesta puede estar en la fuerza del voto femenino

Por Maricel Chavarría

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Las emociones, en política, se leen de modo distinto si las expresa una mujer o un hombre

Se le permite o no se le permite llorar en público a Hillary Clinton? ¿Se le permite o no que esas lágrimas le reporten votos? Esa es la cuestión. En pleno siglo de las emociones, cuando las personas políticas se ven obligadas a mostrar honestidad emocional - véase el aumento de índice de popularidad que significaron las lágrimas de Bush durante el 11-S o las de Gordon Brown hablando de la salud de su hijo-, parece que el sollozo ahogado de la ex primera dama estadounidense en el transcurso de su campaña como candidata demócrata en New Hampshire se valora con distinto rasero.

De hecho, ha sido interpretado por la prensa - sobre todo la de aquel lado del Atlántico- como una treta femenina. Para entendernos: un arma de mujer.Las emociones, en política, se leen de modo distinto cuando proceden de una mujer que cuando proceden de un hombre. Sin ir más lejos, Maureen Dowd, una de las pocas editorialistas de The New York Times - supuesto referente feminista- ha rescatado para la ocasión las palabras que George Cukor ponía en boca de Spencer Tracy en La costilla de Adán:"Ya estamos otra vez - le decía a Katharine Hepburn- con el viejo líquido enternecedor de corazones. Unas pocas lágrimas femeninas, más fuertes que cualquier ácido". Pero esta historia sobre la guerra de sexos en la que se avalaba tiernamente el derecho a dar unos azotes a las mujeres, que, como es bien sabido, se pasan de manipuladoras, se rodó en 1949.

Sin embargo, en el 2008, el sexismo puede ser una arma arrojadiza tan válida como cualquier otra en la batalla ideológica por la Casa Blanca. "Típico en ella que lo que finalmente logre derrumbarla - dice Dowd de Clinton- sea la perspectiva de perder". La articulista acusa a la candidata de jugar la carta de la pobre mujercita mientras la prensa desprecia sutilmente su triunfo, pues no es más que fruto del voto femenino.

"Primero pensé que lo de llorar no estaba bien, pero luego me dije: es una mujer, démosle una oportunidad", destaca The New York Times sobre una abuela de New Hampshire que cambió su voto en el último momento. Al mismo tiempo, el director de la sociedad de sondeos Gallup justificaba así el inesperado triunfo: "Los sondeos son víctimas de esas lágrimas que condicionaron la decisión del electorado, sobre todo femenino". ¿Acaso un electorado vulnerable e irreflexivo?

"Todo forma parte del discurso que descalifica los triunfos de las mujeres en el ámbito público", analiza Sara Berbel, doctora en Psicología Social y directora del programa de Igualtat d’Oportunitats en el Treball de la Generalitat. "Unas lágrimas son expresión de una emoción tanto como que un presidente se indigne o ría pero, al considerarse expresión femenina, se descalifican. Los hombres con lágrimas son vistos con simpatía, pero en una mujer es un demérito, y se considera a la población inmadura e incapaz de pensar en lo que vota si simpatiza con ello. Se aplica un doble rasero", añade. "Nos sucede incluso a las mujeres por la socialización que hemos recibido. Es inconsciente. Está en el imaginario social que ellas no tienen la misma capacidad que ellos".

De Clinton se ha resaltado que imita la dureza masculina para luego forzar lágrimas de víctima en un mundo machista. Verdadero o falso, los estudios demuestran que para una mujer es mucho más duro enfrentarse a la vida política y a los estereotipos contra los que ha de luchar por el hecho de ser mujer. Y luego está la soledad. La psicología social ha definido el ámbito de las mujeres en la alta dirección como el gueto de terciopelo,mujeres exclusivas que se encuentran en situación de aislamiento, ansiedad y depresión. Mujeres que han tenido que mimetizar actitudes masculinas para poder sobrevivir. Sally Helgesen, experta en liderazgo femenino, lo explica en La ventaja de ser mujer:algunas directivas dedican la tarde del domingo a estudiar los resultados del fútbol o leer revistas de coches... para tener conversación en reuniones del día siguiente.

Pero valga una lectura en positivo de los hechos en torno a Clinton. "Gracias a los prejuicios sexistas se ha resaltado la fuerza del voto femenino, algo sobre lo que jamás se había reflexionado", destaca la psicóloga Carme Freixa. "Y además, vivimos una época de las emociones; no tiene sentido hablar en negativo de ellas por el hecho de que estén adscritas a una mujer".

Fuente: La Vanguardia



2008-01


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