Carme Freixa
Cójase un estropajo, cepillo de cerdas o cualquier artilugio similar perteneciente a la clase de los que ellos nunca utilizarían por sentirse una especie mamífera superior. Muéstresele al imán y dígasele que se le profesa un gran cariño por lo que, vista su tendencia a querer ejercer el libre albedrío, le amonestaremos cariñosamente, eso sí, aún cuando le llamemos cualquier epíteto de los que menoscaban la autoestima. Si persiste en querer ser una persona, le llamaremos la atención abandonando el lecho conyugal para que se dedique a sobarse el bajo-cerebro él solo. Y, si llega a límites insoportables para occidente, le atizaremos con el estropajo en su parte más querida y menos visible: el cerebro o glande. Llegan para controlar a las mujeres, y a algunos hombres, que quieren vivir según los derechos democráticos. Son la santa-inquisición-musulmana. No están solos, aquí tenemos a todo el coro obispal clamando contra una asignatura, Educación para la Ciudadanía, que enseña la convivencia en democracia y los derechos y deberes democráticos. Algo que a cualquier inquisidor le pone de los nervios. ¿Deberíamos enseñarles el cepillo? No que igual les gusta....
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