Por Blanche Petrich
Lydia Cacho se enfrenta a ola de presiones por sus denuncias contra pederastas
Los abogados de Random House Mondadori preparan la estrategia de defensa
A marchas forzadas, un bufete de penalistas de la editorial Random House Mondadori -que publicó el libro Los demonios del edén: el poder detrás de la pornografía- y la abogada Araceli Andrade, representante legal de la autora, Lydia Cacho, definen la estrategia de defensa de la periodista contra la demanda de difamación interpuesta por el industrial Camel Nacif, ya que sunombre aparece citado en varios testimonios como uno de los protectores del pederasta Jean Succar Kuri, actualmente preso y sujeto a un proceso de extradición en Arizona.
"Y qué irónico resulta -comenta Lydia Cacho- que aunque yo demuestre que lo que escribo es cierto, la juez de Puebla puede dictar auto de formal prisión si el demandante llega a demostrar que por el hecho de haber sido citado en mi libro perdió algún contrato comercial, ya que su fama pública fue afectada. Es decir, puedes ser castigado por decir la verdad. Así de aberrante es la forma en que está tipificado el delito de difamación en México."
No sólo Lydia puede ir a la cárcel por haber puesto al descubierto las redes de delincuentes que abusan de niños y niñas en Cancún. También algunas de las víctimas de los pederastas temen correr ese riesgo. Edith Escalada es una de ellas. "Es una de las chicas que me brindaron su testimonio de cómo Succar Kuri abusó de ella desde muy chica. Ahora tiene 21 años. He hablado con ella últimamente, está aterrada; ha sido terriblemente presionada por la gente de Kuri, al grado de que ante notario en Estados Unidos, fuera del marco jurídico mexicano, se retractó de todas sus acusaciones. Para lograrlo hasta la internaron en un centro siquiátrico en California. Yo entendí su posición. Le dije: salva tu vida. Como ahora es mayor de edad (21 años), si la justicia mexicana da validez a su retractación será consignada por falsedad de declaraciones."
Otras niñas, aun las más pequeñas, están en esa situación. Varias de las víctimas de Kuri recibieron protección en los albergues de la organización no gubernamental fundada por Cacho y otras feministas cancunenses, Centro Integral de Atención a la Mujer (CIAM). Sus historias permitieron la oportunidad única de atrapar un cabo de la madeja y por primera vez en México poner nombres y caras al delito que de manera genérica se hablaba en voz baja: el abuso y prostitución de menores en gran escala en la ciudad quintanarroense. Y detonó el "caso Kuri".
Proteger a las víctimas
Después de una jornada de intenso trabajo con los abogados, este lunes por la tarde, Lydia Cacho no puede pensar sino en una cosa. Si ella se siente vulnerable, como periodista que contó con la solidaridad del gremio cuando fue detenida, ¿cómo se sentirán las niñas que sufrieron abuso y se atrevieron a denunciar a los agresores?
Pequeña muestra de la infinita vulnerabilidad de estas chicas es lo que les ocurrió después de dar sus testimonios. "Volvieron a caer en las redes de Kuri. Su gente las llevó a Estados Unidos. Ahí fueron obligadas a retractarse de todo lo que denunciaron."
¿Cómo pudieron volverlas a atrapar?, ¿cómo pudieron volver a relacionarse con el hombre que las violaba y prostituía?
No te lo puedes imaginar... a través de las mamás. Los pederastas no son improvisados; son hombres que estudian el entorno de sus víctimas, las escogen con pinzas. Son niñas de familias desestructuradas, con madres analfabetas, también vulnerables. Amenazan a las mamás con denunciarlas por vender a sus hijas. Me preocupa en particular una chiquita. Fue entregada a Kuri a los cinco años. Cuando la llevamos a hacer una colposcopía, a los 10 años, la ginecóloga quedó impresionada. Tenía genitales de una mujer adulta a consecuencia del abuso. Y papiloma. Era una niña con un perfil suicida, depresiva, anoréxica. Muy preocupante. Mientras estuvo en nuestro albergue mejoró un poco. Pero al salir la gente de Kuri la volvió a copar; se llevaron a ella y a su mamá a Estados Unidos y las obligaron a firmar un documento en el que la niña juraba que todo lo que me había dicho era mentira. La vi en una foto reciente. Se veía ya muy mal.
Lydia Cacho sabía, antes de escribir Los demonios del edén: el poder detrás de la pornografía, que iba a tocar fibras ultrasensibles del crimen organizado y que era peligroso. "Pero me atreví primero porque tenía información muy sólida que había investigado como periodista. Y, segundo, porque cuando escuché los testimonios de las niñas entendí que no podía detenerme, que eso tenía que salir a la luz pública. La fuga de Kuri me confirmó que iba en la dirección correcta y que estaba enfrentando un poder inmenso. Kuri es apenas la punta del iceberg. Para funcionar, los pederastas necesitan redes y contactos con el poder. Estas redes fueron las que se activaron para detenerme."
Contó también con datos cruciales que le fueron proporcionados de manera confidencial por agentes de la Agencia Federal de Investigación. "Y sé que me van a presionar durante el juicio para que revele mis fuentes, pero no lo voy a hacer."
¿Ya le pidieron esos datos? ¿Sintió esa presión durante las horas que estuvo arrestada?
Todavía no, pero va a llegar el momento. Y desde ahora quiero decir a la gente que me ayudó: no voy a traicionar su confianza. A mis fuentes yo les ofrecí el anonimato y mi protección, incluso a los agentes de la AFI que me contaron cosas. Esa gente ayudó a las niñas víctimas y merece mi respeto y protección. Supongo que están aterrados de que pueda revelar sus nombres. Quisiera decirles que no teman, yo no los voy a evidenciar.
No revelar los nombres de sus informantes le puede costar la cárcel.
Pues sí, ni modo. Pero mi profesión no tiene sentido sin el ejercicio de la ética. La desgracia moral de este país es que la gente cae en el terror y cede. No voy a ceder. Y no lo hago en un ánimo heroico ni patriota, pero creo en lo que hago. Como periodista tengo derecho a decir y contar la verdad.
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