Información recogida de la web: Mi escuela y el Mundo. Educación en Valores. http://www.miescuelayelmundo.org
La coordinación de esta investigación ha sido realizada, desde la Jefatura del Departamento de Orientación, por José María Salguero, Orientador en el IES Juan de la Cierva de Madrid y Mª Milagros Montoya, profesora del Ámbito Lingüístico y Social en el IES Valle Inclán de Torrejón de Ardoz. Para ello hemos tenido que buscar unos criterios comunes, porque, aunque tenemos una larga historia de trabajo conjunto desde que en 1978-79 nos encontramos en el Colegio Público Juan de Herrera, en la UVA de Vallecas (Madrid), experimentando nuevas formas de relación educativa con alumnos y alumnas en unas condiciones precarias de acceso a la cultura y de escasos medios económicos, el tiempo ha pasado y es necesario adaptar la mirada al presente. Desde aquellos años han cambiado y mejorado muchas cosas, y aunque mantenemos vivo y renovado nuestro amor a la educación, reafirmándonos en lo que nos parece nuclear como es la relación con cada una de nuestras alumnas y alumnos y la atención a su singularidad para hacerlos viables en el mundo, no hemos tenido los mismos espacios educativos, ni hemos compartido idénticas circunstancias, ni los mismos escenarios geográficos. Por ello hemos necesitado muchas horas de lecturas comunes, de diálogo y de intercambio de pareceres para avanzar en la misma dirección y llegar a unas conclusiones que partieran de la reflexión de nuestra diferencia masculina y femenina.
(...) Hemos descubierto con Maria Zambrano que la mediación educativa se hace en relación con el ser mismo en cuanto crece, y por ello es la mediación más cercana a la autora de la vida, a nuestras madres que nos han dado el cuerpo y la palabra. Ella dice: «El maestro es mediador con respecto al ser en tanto crece, y crecer para lo humano es no solo aumentar sino integrarse. (...) El crecimiento humano parte de un germen que se va convirtiendo en una forma orgánica (...), y es justamente ahí donde se ejerce la acción del maestro, de donde arranca y donde vuelve una y otra vez ese movimiento circular que describe toda acción mediadora. (...) La vocación de maestro es la vocación entre todas la más indispensable, la más próxima al autor de una vida, pues que le conduce a su realización plena» (Zambrano 2002:108).
(...)Autoridades pedagógicas reivindican actualmente la función moral y social de la escuela para resolver la cuestión de qué debemos enseñar. Victoria Camps(1993) indica: « La educación no es sólo instruir o transmitir unos conocimientos, sino integrar en una cultura que tiene distintas dimensiones: una lengua, unas tradiciones, unas creencias, unas actitudes, una forma de vida.(...) Educar es, así, formar el carácter, en el sentido más extenso y total del término: formar el carácter para que se cumpla un proceso de socialización imprescindible, y formarlo para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y actitudes sociales». La dimensión transversal del currículo plantea reflexiones que no son nuevas en el campo de la Pedagogía, la Didáctica o la Filosofía, pero su particular aportación consiste en hacer explícitas una serie de aspiraciones de cambio en la práctica educativa y en el perfil de los futuros ciudadanos y ciudadanas que los constantes cambios producidos en la sociedad reclaman, tanto en el ámbito teórico como práctico. Especialmente después de haberse producido la revolución pacífica y silenciosa llevada a cabo por las mujeres desde finales del siglo XX, con la que se han hecho visibles nuevas formas de relación en los diversos campos del trabajo y por ello también en el ámbito educativo.
(...) Prevenir la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres en el ámbito educativo quiere decir vivir en relación de confianza, con responsabilidad y respeto mutuo. Y esto pasa por aprender de las mujeres, valorar lo que hacen las mujeres, dar autoridad a la primera maestra, nuestras madres, que nos han enseñado a convivir sin destruir y sin matar. «Nuestras madres nos han educado para que demos besos al adversario. Apenas empezaba una pelea, inmediatamente intervenían las madres a separarnos y decían: ‘besito, besito’. Lo llaman ‘mamismo’ y es también una forma de civilización» (Muraro, 2001:11). Reconocer la autoridad de la madre lleva a descubrir que no hay fórmulas de convivencia con valor universal. Cada chica, cada niño, cada centro vive una realidad concreta que hay que interpretar en cada momento para restablecer las relaciones de confianza que nos ayudan a crecer. El arte de las madres es el arte de la civilización, de la viabilidad de cada criatura humana que viene al mundo que aprende a estar en el mundo con amor.
Portada (Texto PDF: 70KB)
Índice (Texto PDF: 18KB)
Investigar y experimentar. (Texto PDF: 911KB)
Los papeles. (Texto PDF: 1033KB)
Mirar desde la diferencia. (Texto PDF: 734KB)
El saber de la experiencia. Plan de experimentación. (Texto PDF: 697KB)
En primera persona. (Texto PDF: 614KB)
Recetas de convivencia. Algunas conclusiones. (Texto PDF: 555KB)
Bibliografia (Texto PDF: 616KB)