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"Q+": La agenda contraria al feminismo

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En lo relativo a lo “Q+” resulta notable comprobar cómo cada uno de los que lo defienden le da el significado que le viene en gana. Así, por ejemplo, en voz de un tertuliano, lo “Q+” es una “forma bonita de incorporar a todo el mundo”, “es todo lo extraño (Q) y lo que vaya llegando (+), lo queer es superimportante”. Hoy por hoy, esta descripción increíblemente banal, propia de alguien que tiene las neuronas como esponja, se reproduce de modo habitual. O sea, un hablar por hablar que sólo se hace inteligible cuando de modo furibundo describen a las feministas como reaccionarias, tránsfobas y excluyentes.

A su vez, en los medios escritos el lenguaje alambicado tiende a revelar lo menos posible. Tomemos como ejemplo el editorial de “El País”: “Q”, afirman, es acuñado “para definir a quienes no quieren clasificarse bajo “etiquetas tradicionales””, sin más explicación, o sea podría encajar cualquiera. Y lo “+” haría referencia a “identidades de género no normativas”. Esta definición es de arcano mayor. Es incomprensible para el común de los mortales: ni saben lo que esconde la expresión “identidades de género”, menos aún sus consecuencias, ni lograrían saber “no normativo” respecto a qué. De modo absolutamente consciente se atenúa el significado de lo “Q+”, La imprecisión tiene por objeto velar su agenda.

El “cajón Plus” es como un agujero negro que tomando del exterior la idea de derechos, los engulle: engulle derechos y regurgita deseos ya que “el deseo es una necesidad codiciosa

Lo cierto es que desde los años 80 del siglo pasado bajo lo “Q+” conviven situaciones de sujetos, no sólo dispares, sino también enfrentados. Lo “Q+”, encarnado “en una multitud de sujetos en dispersión”, rechaza las clasificaciones sexuales y promueve una individualidad en lucha contra toda normatividad, tanto la hetero como la homonormatividad. De hecho, en el espacio queer, la normalización de la homosexualidad no es percibida como una victoria “sino como una perpetuación del régimen social que sustenta dominaciones”. Vista la disparidad de identidades lo “Q+” apuesta por un individualismo agresivo e insolidario que frente a la objetividad se decanta por la subjetividad y frente a la realidad material vindica una percepción distorsionada, cuasi onírica, expresada en “sentires”. Es, en definitiva, la exaltación del individualismo en estado bruto y primario.

- La Q al asalto del colectivo LGTBI

La agenda política queer irrumpe en la escena política gracias a los Principios de Yogyakarta en 2006. El lema de inmersión política es: “Ni hombres ni mujeres. Los binarismos nos enferman”. Les enferma el binarismo en lo que afecta a la orientación sexual por lo que, en primera instancia, critican la heterosexualidad – “el eje del mal es heterosexual”- y también la homonormatividad; como el binarismo hombre/mujer “les enferma” critican a la minoría transexual por querer emular y reproducir la feminidad/masculinidad; y como les enferma el binarismo en general, suya es la propuesta de despatologización. Es una propuesta queer eliminar el periodo mínimo de hormonación, eliminar el diagnóstico de “disforia de género”, eliminar, en definitiva, todo el proceso medicolegal.

Hoy en día, hemos podido constatar, a nivel nacional e internacional, que lo queer ha fagocitado al colectivo de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales. Las leyes “trans” son el mejor ejemplo: todo lo articulado en ellas es el triunfo de la doctrina queer tanto en lo que afecta a la propuesta de “despatologización” como a la autodeterminación del “sexo”. La “máquina de guerra biopolítica” se ha aupado sobre el colectivo LGTBI. No es en absoluto casual que, en un reciente artículo, también en “El Pais”, se afirme que la “Q” refleja a aquellas “personas que están fuera del cajón del binarismo” para concluir “la Q es un paraguas que también acoge a gais, lesbianas, trans, bisexuales o intersexuales”. Lo queer le ha ganado la batalla al colectivo LGTBI, y con ello la muda aceptación de un pensamiento doctrinal que afirma: “los binarismos producidos por la sociedad (homosexual/heterosexual, hombre/mujer) son la base de la opresión”. Ahí es nada. Y ¿alguien se extraña de que el feminismo critique tamaño desvarío?

La pretensión “Q+” también lo ha sido de parasitar el feminismo a fin de desactivar sus fines y su agenda, pero no les está resultando nada fácil. Lo “Q+” se ha topado con la firme resistencia argumentativa del feminismo a la que sólo saben responder con juicios de valor, (“transexcluyente”, “Terf”) o dinamitando la agenda feminista para instalar la suya que se contiene en el Plus (+).

- La agenda “+”: identidades no normativas/prácticas no normativas

No hay un “feminismo queer”. La agenda feminista no es la agenda queer, escondida tras el Plus (+). Lo queer pretende significar por plus (+) a “las identidades no normativas” afirmando, además, que son políticas de inclusión y antidiscriminación ante el hecho de la diversidad. Sin embargo, el signo “+” no es “un formalismo inocuo” como se quiere hacer creer desde determinados medios de comunicación o como se expresa coloquialmente “total por unas letras…” La cuestión, como en todo lo que afecta a esta polémica, es no llegar nunca al fondo del asunto. Así que conviene hacer explícito aquello que se oculta en el cajón Plus porque encontraremos el núcleo de una agenda, la agenda queer, contraria a la agenda feminista.

Comencemos por la cuestión de las identidades. Es evidente que cada una de las identidades que podamos suponer o imaginar no habitan en un mundo propio y separado de cualesquiera otras identidades. A su vez, toda identidad, individual o colectiva, comporta un modo de interactuar mediante prácticas sociales con las que se identifican, desechando otras. Expresado lo anterior, no parece erróneo suponer que las “identidades no normativas” se caracterizan por llevar o intentar llevar a término “prácticas no normativas”.

Así pues, estamos obligadas y obligados, más desde la política o medios de comunicación, a interrogarnos sobre ¿Qué hay en el plus (+)? Es una pregunta necesaria para no abrazar acríticamente lo Plus ante la mera referencia a la diversidad, la inclusión y la antidiscriminación. Hoy en día sabemos que en lo Plus (+) encontramos identidades nucleadas en torno a concepciones diversas sobre el amor, la sexualidad, la reproducción y las identidades derivadas de la inabarcable “identidad de género”, ya que, como la doctrina queer afirma: “hay tantos géneros como identidades, y por ende tantas identidades de género como personas”. Otro desvarío. En cualquier caso, podemos concluir que el estatus de “identidad no normativa” se adquiere al defender una “práctica no normativa”. Y el objetivo último de lo queer plus es no solo visibilizar identidades, sino también normalizar sus prácticas. Visibilizar y normalizar identidades y prácticas no normativas es la agenda queer. Merece, al menos, un mínimo de explicación y no sobrevolarlo como se hace habitualmente.

Por lo “+” transitan identidades tan dispares como los que se declaran “asexuales” o “pansexuales”, “agénero” o “bigénero” con sus prácticas no normativas de acuerdo con la identidad declarada. Pero también, desdibujado en un eufemismo para suavizar la palabra “pedófilo”, habitan los “pedosexuales” (boylover, girllover o childlover). Nadie, de acuerdo con las definiciones acuñadas por lo queer plus, puede negar que “pedosexuales” constituye por sí misma una identidad no normativa con una práctica no normativa específica como lo es la pederastia. Puedo imaginar la furia de los que defendiendo las bondades de lo “+” lean estas líneas, pero no es a mí a quién se debe cuestionar: me limito a seguir una argumentación lógica. Más bien creo que, antes de comenzar a criticar con apelativos como “tránsfoba”, que por cierto no viene al caso dado lo que estoy abordando, se deberían dirigir las posibles dudas a quienes de modo proactivo defienden las “identidades no normativas”. Sería muy conveniente saber si en lo Plus (+) se establece algún límite respecto a identidades y prácticas no normativas o, por el contrario, es aceptada toda identidad o práctica no normativa por el hecho de serla. Así, los medios de comunicación tan preocupados por supuestas “regresiones” deberían, como buenos profesionales, plantear a los defensores de la agenda “Q+” preguntas muy concretas: “¿es condenable o no la identidad no normativa de los pedosexuales? o traducido finamente a práctica no normativa ¿son reprobables o no las personas “cuyo erotismo transgrede las fronteras generacionales”? El entrecomillado responde a un eufemismo acuñado por una clásica del elenco queer para referirse a la pedofilia quién añadía, además, que la pedofilia es una “conducta sexual exótica”. No parece que la considere reprobable.

Si analizamos las identidades no normativas y las practicas que le son propias bajo el prisma de la sexualidad, sus relaciones, y la reproducción aparecen en lo “+” dos identidades no normativas que desde los postulados queer son designadas como “trabajadoras sexuales” y “padres de intención”. Invocando la libertad corporal, lo plus (+) plantea la normalización de las siguientes prácticas no normativas: “la normalización del trabajo sexual […] y las más recientes en relación con la donación de óvulos y la gestación subrogada” La autora de esta cita concluye que es una demanda queer y también, por si cuela, feminista. Pero no cuela.

Tanto la prostitución como la práctica del alquiler de vientres son prácticas no normativas que atentan de modo directo contra las mujeres y menores. No es posible su normalización sin sacrificar derechos y vulnerar los principios más básicos de dignidad y respeto. La prostitución en el ideario queer y su agenda plus se redefine como “trabajo sexual”, un eufemismo más a los que nos tienen acostumbradas, cuando es explotación y esclavitud sexual, mayoritariamente de mujeres y niñas. A su vez, en el credo queer, la práctica del alquiler de vientres, denominada eufemísticamente “gestación subrogada” o “maternidad solidaria”, es descrita como “trabajo reproductivo” que, además, pondrá fin al “régimen gestocéntrico de filiación”. Esto es, para lo Queer Plus (Q+), la regulación de la práctica del alquiler de vientres favorece la ruptura con las clasificaciones sexuales, objetivo último de la agenda “Q+”, ya que rompe los esquemas clásicos de parentesco y filiación. Según el credo queer, la regulación favorable de la práctica del alquiler de vientres contribuye a “la supervivencia política de las contraculturas sexuales”. O sea, para resumir, las mujeres tratadas como incubadoras al servicio de la contracultura. Una contracultura a todas luces misógina.

Llegados a este punto debemos preguntarnos cómo procede el Plus, la agenda no suficientemente visibilizada de lo Queer. El “cajón Plus” es como un agujero negro que tomando del exterior la idea de derechos, los engulle: engulle derechos y regurgita deseos ya que “el deseo es una necesidad codiciosa”. Así pues, prácticas no normativas como la prostitución y el alquiler de vientres supeditan los derechos a los deseos: el deseo sexual y el deseo de ser padres. Estas prácticas, prostitución y alquiler de vientres, trasudan misoginia, desprecio y cosificación de las mujeres. Pero en el espacio “Q+”, como afirman, el deseo es “un apetito urgente de adquirir y consumir hasta la satisfacción” por lo que poco importa que el medio de adquisición, consumo y satisfacción sean las mujeres tratadas como objetos. Literalmente ni se lo cuestionan.

el objetivo último de lo queer plus es no solo visibilizar identidades, sino también normalizar sus prácticas. Visibilizar y normalizar identidades y prácticas no normativas es la agenda queer.

Para finalizar, puedo hasta cierto punto entender la furia mostrada por el Secretario Federal LGTBI del PSOE que a toda costa quería incluir el plus (+) en las resoluciones congresuales y también la furia de las sempiternas caras que suelen arremeter contra las feministas a golpe de transfobia. El feminismo socialista les ha impedido que por “la puerta de atrás” se diera un pasito más en la normalización de la prostitución o alquiler de vientres. Ahora bien, me resulta más incomprensible que sectores del PSOE, que se niegan a aceptar las resoluciones congresuales, o determinados medios de comunicación no indaguen ni quieran siquiera saber qué esconde el Plus (+). A mi modo de ver sería deseable que desde la institucionalidad de partidos y gobierno así como los medios de comunicación pregunten a las caras más visibles de lo “Q+”, por regla general vociferantes e histriónicas, cuál es su posición relativa a la prostitución y la práctica del alquiler de vientres. ¡Ay, vaya por Dios! Pero si resulta que son favorables. Por lo tanto, silencio, nadie los interpela.

Desgraciadamente el feminismo socialista y el movimiento feminista en general camina hoy en día entre dos negacionismos: los negacionistas de la violencia de género, propio de la ultraderecha, que tilda a las feministas de “feminazis” y los negacionistas del sexo como realidad material, propio de los populismos de izquierda, que tildan a las feministas de “tránsfobas”. No es, en definitiva, el feminismo el que soporta contradicciones, como se atreve a sugerir el editorial de El País, sino aquellos que desde la institucionalidad política o medios de comunicación afirman defender la causa feminista, pero en realidad defienden una agenda plus que es lesiva para las mujeres y por ello contraria al feminismo.

P.-S.

NOTA: los entrecomillados responden a citas literales de libros, artículos, editoriales o comentarios de personas defensoras de lo queer y su agenda plus (+).


Fuente: Tribuna Feminista


2024-12


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