No sé si al hablar del velo en relación a señales de identidad cultural estemos mirando al dedo más que a la luna. El velo, argumentan, significa la demarcación de las mujeres como algo sagrado, similar al velo que rodea el templo de la Kaaba en la ciudad de La Meca. Es un lugar consagrado a Alá y por eso debe estar velado, separado. El velo en la mujer significa, por tanto, una señal de respeto y de grandeza al ser comparada con lo divino.
Para empezar, era ese un templo consagrado primitivamente a la diosa Astarté, aquella diosa del amor venerada por Bilkis, la reina de Saba, y a la que Salomón acabó por levantarle un templo en memoria del apasionado amor que ambos se profesaron en Jerusalem (leer ‘El cantar de los cantares’). O sea, que el inicio de la historia es ya una mentira. En segundo lugar, que Mahoma le retiró las llaves del templo, -‘manu militari’-, a la antigua sacerdotisa que se ocupaba de él. Expropiación indebida. Y la peor de las mentiras: el velo segrega a las mujeres para que estén a disposición de los hombres en un tipo de matrimonio que es una prostitución encubierta.
Así de duro, así de crudo. El velo en las mujeres islámicas, es decir, el símbolo de su encierro real, lo que está desvelando es una sexualidad pervertida en los varones islámicos. Una sexualidad, no entre personas libres, sino entre un libre y una sometida, recluida, encerrada a disposición del marido a cualquier hora. Ella está ahí para proveer sus necesidades materiales y sexuales. Un harén es un prostíbulo encubierto. Una familia que segrega a las mujeres, también. ¡Y no digamos el matrimonio con niñas! A la prostitución se le añade la pederastia. Sí, claro que es cultural, ¡como que estamos en una cultura patriarcal cien por cien! La nuestra ha progresado un poquito, no demasiado.
Las chicas con el velo están siendo iniciadas y adiestradas para esa futura prostitución legal, por más que parezca una señal de pureza y devoción. Lo que vela el velo no es el rostro de las mujeres, sino la endeble, insegura y celosa sexualidad de los varones. Lo que vela el velo es la obligación de las mujeres a pertenecer a un hombre, un hombre incapaz de considerarlas como iguales, incapaz de ‘jugársela’ por conquistar el amor de las mujeres: es más fácil tenerlas encerradas. Más fácil, más cómodo, y más tranquilizante para los pusilánimes. Que las niñas sepan esto. Y que luego obren en consecuencia. Si pueden.
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