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Un macho tolera mejor a una persona gay que a una feminista

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¿Igualdad desde la diversidad o diversidad desde la igualdad? La pregunta puede parecer retórica, un trabalenguas incluso. Sin embargo es muy pertinente y revela dificultades conceptuales que requerirán construir consensos y estrategias comunes entre diversos movimientos militantes por los derechos civiles.

No es pretensión resolver esa complejidad en una sola reflexión, ni siquiera aproximarnos con precisión a la descripción justa del espacio de debate, sino exponer algunos elementos que nos provoquen pensamientos sobre las varias aristas del problema.

La cuestión, con la torpeza incluida de intentar plantearlo con sencillez, sería ¿es realmente posible -y hasta qué punto lo es, de serlo- construir un tejido de derechos civiles de la diversidad en el seno de patriarcado, por tanto, sin una base real de igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres? Expresado de otra manera, ¿hasta qué punto el avance en derechos LGTBQI+ condiciona el avance del feminismo?

Antes de introducir consideraciones sobre estas preguntas, no deberíamos dejar pasar por alto la injusticia e incoherencia que supondría rechazar la militancia LGTBQI+ desde el feminismo ateniéndonos meramente a que los movimientos LGTBQI+ invisibilizan la militancia principal y aglutinante, que debería de ser el feminismo. Aunque pueden escucharse a veces esos planteamientos, en su mayoría expresados con buenas intenciones, no parece lo más aceptable dejarnos llevar por una inercia mental fácil que estreche las miras… y las miras del feminismo siempre han sido amplias porque su vocación es emancipadora.

De entrada desde la propia “estética del argumento” ya es injusto e ilegítimo afirmar que la militancia LGTBQI+ debe de subordinarse al feminismo para no invisibilizarlo, pues sería éste el mismo razonamiento que el feminismo rechaza frontalmente, y con razón, cuando se le propone desde la izquierda política revolucionaria subordinar el feminismo a la militancia principal, que en el caso de la izquierda revolucionaria sería la lucha de clases. Lo mismo que el feminismo rehúsa que se le pida desde la izquierda de clase (subordinar la militancia feminista a la lucha de clases, para lograr primero ésta y desde ella avanzar hacia aquélla) no puede planteársele al movimiento LGTBQI+: que se subordine a lograr primero la igualdad de género y después se avance hacia la conquista de derechos de diversidad. No parece sostenerse este edificio; hay que encontrar otro diseño de edificación para construir un ecosistema común, sinérgico y compartido. Y será muy difícil; un desafío para los feminismo de la cuarta ola, que tendrán que continuar luchando contra el patriarcado en una sociedad donde un porcentaje de la población percibe distorsionadamente que la igualdad entre hombres y mujeres “ya se ha logrado”, mientras militancias de diverso tipo directamente la ignoran en pos de la individualización de los derechos civiles.

Y será difícil porque el avanzado ritmo de logro de derechos LGTBQI+ en países como España distorsiona la percepción sobre los progresos en igualdad real. Tan sencillo como esto: al margen de las personas que ejercen algún tipo de militancia y se encuentran informadas, la mayoría de la población a la que se preguntara por la cuestión compartirían la percepción de que una persona homosexual es feminista, por relación intrínseca con su diversidad sexual; es decir, que el hecho de no ajustarse a la heteronorma ya lleva implícito pensar en feminista, decantarse por la igualdad de género y haberse desprogramado, en la medida de lo posible, de la mentalidad patriarcal. Como bien sabemos, esto no es cierto, pero diría que la mayoría de las personas no militantes ni informadas en lo específico lo creen así.

Una persona que se sienta identificada, involucrada u orientada, directa o aproximadamente, con los colectivos LGTBQI+ podría ser, a priori, tan machista y patriarcal como cualquiera de los que nos hemos educado y socializado en una sociedad patriarcal: en la nuestra, sin ir más lejos. Tener una orientación transgénero o identificarse como lesbiana, por nombrar algunas posibilidades sin ánimo de señalar, no implica necesariamente pensar en feminista, modo de pensamiento y de vida que como es evidente requiere un trabajo específico y continuado de desaprendizaje de códigos patriarcales y de aprendizaje de códigos en igualdad.

Lo que puede parecer paradójico (que en el fondo no lo es) del escenario del que ya hemos advertido su complejidad es que el patriarcado prefiere la diversidad a la igualdad, porque la diversidad le resta menos privilegios al hombre. Sí, así como suena. Un macho se siente menos “amenazado” por una persona gay, transexual o queer que por una mujer con conciencia feminista. Tolerará la diversidad siempre que no se ponga la igualdad de hombres y mujeres en primer plano y se cuestionen los privilegios abusivos de los que el hombre se ha apropiado, históricamente, por el hecho de serlo.

Tiene sentido que el macho se prevenga ante el feminismo y tolere, aunque no le guste, cualquier expresión LGTBQI+, pues al fin y al cabo se trata de poder, de que no se amenace el poder del hombre.

No nos equivoquemos: el macho desprecia a todas las diversidades LGTBQI+, a las que considera “especies” subordinadas a su dominio. Sin embargo con el feminismo tiene un problema: mientras el resto de colectivos LGTBQI+ reclaman el derecho a la diversidad el feminismo lo hace sobre la igualdad; mientras el resto pretende tener poder individual para decidir sobre su propia identidad, el feminismo tiene la vocación colectiva de desapropiar al hombre del poder que ilegalmente se ha arrogado a lo largo de los siglos; mientras los movimientos LGTBQI+ reclaman legítimamente derechos individuales, el feminismo quiere darle un vuelco colectivo a la sociedad entera; en síntesis, mientras los colectivos LGTBQI+ reivindican el reconocimiento de derechos en el seno del patriarcado, el feminismo postula la definición de un nuevo marco de los derechos civiles que emergerá cuando quede desarraigado cualquier privilegio del hombre ostentados por el hecho de serlo.

Llegar a la igualdad desde la conquista de derechos individuales de la diversidad desactivando pautas de discriminación (LGTBQI+), o llegar a la igualdad desinstalando un sistema de dominación (feminismo): parafraseando a Hamlet that is the question. La desigualdad se expresa a través de la discriminación, pero la discriminación es el síntoma –o las diversas discriminaciones son los síntomas- de un sistema estructuralmente dominado por el patriarcado. Es decir, los avances LGTBQI+ son un magnífico y potente tratamiento contra algunos de los síntomas del virus del patriarcado, pero el feminismo es la vacuna primero y el antídoto después contra ese persistente virus del patriarcado.


Fuente: Tribuna Feminista


2018-12


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