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GUERRILLA GIRLS. La conciencia del mundo del arte

Por Patricia García Arias

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En 1985 el MOMA (Museum of Modern Art) de Nueva York celebró una exposición de arte contemporáneo titulada An Internacional Survey of Painting and Sculpture. De los 169 artistas que participaron en ella, sólo 13 eran mujeres. Delante del museo se manifestaba un extraño grupo contra esta desigualdad: eran mujeres, llevaban máscaras de simios y se hacían llamar Guerrilla Girls. Compartían un sentimiento de frustración al comprobar que a finales de siglo las diferencias entre los sexos persistían y las mujeres artistas continuaban sin tener un verdadero reconocimiento.

Pero ¿quiénes formaban este peculiar grupo? Sus nombres se desconocen pues eran anónimas, pero sabemos que lo constituían mujeres de diferentes edades y procedencias étnicas; no sólo artistas (pintoras, escritoras, directoras de cine…), sino también comisarias de exposiciones e historiadoras del arte. Ocultaban sus rostros con máscaras de simios inspiradas en el personaje de King Kong, que utilizaban como símbolo de dominio masculino, y en sus intervenciones públicas utilizaban como pseudónimo los nombres de artistas fallecidas como Frida Kahlo, Eva Hesse o Lee Krasner, reivindicando así los logros que aquellas habían conseguido. Con estos disfraces también pretendían emular a la gran Marlen Dietrich, que había llevado un disfraz de gorila en “La Venus rubia”, provocando el pánico de los espectadores en los años treinta.

Eran feministas y su modus operandi consistía en mostrar al público la discriminación que vivían las mujeres artistas, acusando directamente a las instituciones que mantenían tal discriminación. Sus mensajes plagados de ironía, sus declaraciones provocadoras y el misterio que rodeaba su identidad oculta, contribuyeron a atraer la atención y despertar interés hacia el grupo.

A esa primera manifestación ante el MOMA se sucedieron otras acciones de protesta en las se propusieron poner en evidencia a todo el mercado artístico. Así, hicieron responsables a coleccionistas, críticos y propietarios de galerías del desequilibrio entre sexos existente en el mundo del arte, y sus primeras obras gráficas fueron carteles que, colocados en las calles del Soho, hacían patente el silenciamiento que sufrían las mujeres artistas. Crearon anuncios para autobuses y desplegables para revistas, pretendían llegar a todas partes y utilizaron las técnicas que tenían a su alcance para lograrlo.

Cartel de 1989

En 1989 colocaron un cartel frente al Metropolitan Museum de Nueva York que decía:

¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar en el Met. Museum? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos.

El cartel contenía una reproducción de la “Gran Odalisca” de Ingres, imagen archiconocida dentro de la tradición iconográfica del desnudo femenino. Su elección supone una crítica hacia el estereotipo de la mujer como objeto de deseo. Además, la odalisca de las Guerrilla Girls no se contenta con ser relegada a mero sujeto pasivo, sino que se subleva ante esta situación y lo hace colocándose, como sus creadoras, una máscara de gorila.

En uno de sus carteles más irónicos enumeran una serie de “ventajas” que atribuyen a la condición de ser mujer artista. Entre ellas: Trabajar sin la presión del éxito; tener la oportunidad de escoger entre tu carrera y la maternidad; ver tus ideas reflejadas en el trabajo de otros; estar segura de que cualquier tipo de arte que hagas será catalogado como femenino; ser incluida en versiones revisadas de la historia del arte; etc.

Cartel de 1988

Sus protestas también se centraron en la discriminación racial, y se implicaron en otros temas como el aborto, la violación, la pobreza o la guerra del Golfo, colaborando para ello con otros grupos como el Act Up. Escribieron dos libros, dieron conferencias en museos y escuelas de todo el mundo, enviaron miles de cartas de denuncia y crearon premios ficticios que revelaban los mecanismos subyacentes en el mercado del arte. Su propuesta fue difundida por todo el mundo e imitada por otras que también se hacían llamar Guerrilla Girls.

Lo que en suma pretendían conseguir era que el arte de museos y galerías mostrara por fin una imagen real de la historia y del actual panorama cultural, y dejara de ser un inventario de contribuciones masculinas. No reivindicaban que el 50% de los artistas expuestos fueran mujeres o miembros de minorías, pero criticaban que la cifra real fuese inferior al 10%. Además, entendían el arte como reflejo de la experiencia personal y social, por lo que las obras de mujeres y de artistas pertenecientes a alguna minoría debían ser por lógica distintas a las de sus colegas masculinos. Opusieron resistencia al lenguaje de la crítica artística rebatiendo el modelo patriarcal con la figura del “genio” y tradujeron la palabra latina “genius” por testículos, motivo que entendían podía explicar el que se utilizara tan poco para describir a las mujeres.

En 1999 el colectivo, que ya había crecido considerablemente, decidió establecerse como Guerrilla Girls Inc., pero sólo un año más tarde empezó a disgregarse: el grupo de performers y el comando online se establecieron por su cuenta, lo que terminó desencadenando un desagradable proceso judicial entre las diferentes partes. Estos últimos sucesos no deberían ensombrecer la labor de denuncia y crítica social emprendida por el grupo durante más de una década. Su activismo fue una alternativa a otras formas de feminismo que se estaban desarrollando en ese momento. Las Guerrilla Girls no fueron las primeras ni las únicas en reivindicar unos derechos que continuaban siendo negados a las mujeres, pero sí fue original y única la forma en que se propusieron combatir esta discriminación: con ingenio, descaro y sobre todo mucha ironía.

http://www.guerrillagirls.com (Página web oficial de Guerrilla Girls Inc.)

P.-S.

Patricia García Arias es Historiadora del arte
pat_garcia_arias@yahoo.es



2008-08


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