Agosto de 2005. Selva Lacandona Lunas se suma a la VI Declaración de la Selva Lacandona
Hermanos y hermanas zapatistas y de las organizaciones aquí presentes:
Lunas es una organización que inicia hace tres años como grupo de reflexión lésbica y que, al paso del tiempo se convierte en un equipo de acción feminista sexo política. En 1994, muchas de nosotras éramos todavía niñas de escuela, pero hemos bebido de ustedes el ejemplo de la lucha posible y victoriosa por la dignidad. Así, cuando nos tocó comenzar a trabajar en nuestro frente, lo hicimos por la visibilidad y la construcción lésbica. Es desde aquí, que hoy venimos a sumarnos a la VI DSL y a ofrecer nuestra participación en la creación de ese otro mundo que ya es un hecho.
Queremos comenzar por hablarles desde lo que implica ser lesbiana: es, al nacer con sexo femenino, hacerlo en medio de una guerra cuyo territorio en disputa es nuestro cuerpo. En una frontera se encuentran los mercaderes del sexo quienes nos nombran mujeres y parece ser que así nombran al enemigo, pues nos bombardean en forma constante. Nos convierten en producto y nos venden el espíritu en anuncios de TV, revistas y medios en general, nos colocan en bares y en todos aquellos espacios donde convierten a la mujer en "atracción". Nos idiotizan desde niñas haciéndonos creer imperfectas para convertirnos en consumidoras de ropa, accesorios y hasta de cuerpos torturados con cirugía, para responder al modelo deseado, en aquello que la norma designa aceptable. Hoy, la guerra se ha vuelto mas dura, además de alquilarnos la vida como obreras con salarios de insulto o como sirvientas del gran jefe neoliberal. Cada vez con mayor frecuencia, están tomando nuestros cuerpos y nuestras vidas ya sea para divertirse, para acabar con nosotras a golpes por servir fría la sopa, para vender videos de nuestra masacre y tortura o para llevar nuestros pezones colgados al cuello, como trofeo. Estado de México, Ciudad Juárez, Morelos, León, nada mas por nombrar algunos sitios donde somos asesinadas, aquí en México, pero también está ocurriendo en el resto del mundo.
En la otra frontera está la guerra de baja intensidad, donde se nos mata de a poco, pero en forma cotidiana. Al nacer se nos pone el rótulo de mujer y con ello se pretende decir que somos aquellas sujetas a esa rígida construcción de cosas de lo que sí y que no se nos permite hacer. Aquel que dice quien domina y quién es dominada. Se nos dice con quien está permitido tener intercambio sexual o amoroso. Hasta quien se coloca arriba y quien abajo en el acto sexual y, hay quienes pretenden imponer que únicamente sean actos reproductivos. Asuntos meramente de apareo.
Se complica cuando además de mujeres somos lesbianas, pues el orden así establecido castiga a quienes nos atrevemos a romper con él. A quienes vivimos de otro modo. Sin embargo, ocurre que las lesbianas escapamos del código esperado y no somos el territorio ni el trofeo que pelear, ni el producto para consumir, ni el cuerpo de su placer, ni la víctima, ni la enemiga sometida que duerme en la misma cama, ni la incubadora con piernas en que nos pretenden convertir.
Elegimos el derecho al placer, elegimos decidir con quien o quienes ejercemos lo sexo afectivo; gobernar sobre nuestro cuerpo; decidir si deseamos o no la maternidad; qué hacer con nuestras vidas y afectos y exigimos, siempre, que los actos sexuales sean un acuerdo informado y conciente entre quienes participan.
Por estas elecciones nos han perseguido, sometido a burlas, maltratos, prisión y muerte. Hay una razón: La lesbofobia es un odio que tiene como origen el miedo de los poderosos.
Con nuestra práctica amorosa y política, amenazamos el orden existente, quebramos el poder que somete las relaciones entre humanos. Explícitamente, cuestionamos los papeles tradicionales de hombres y mujeres; condenamos la opresión terrible de la sexualidad y la violencia entre los géneros. Implícitamente, nos oponemos a todas las otras formas posibles de opresión, ya sea de clase, étnica, económica, religiosa, nacional, política, cultural, lingüística o cualquier otra.
En tanto, establecemos que una exitosa estrategia de quienes detentan el poder ha sido impedir la alianza entre hombres y mujeres convirtiéndolos en contrincantes inmediatos por medio de ataduras físicas, culturales, ideológicas y psicológicas. De la misma forma, ha impedido alianzas entre la heterosexualidad, que imponen obligatoria contra nosotres, las disidencias sexuales. Estas divisiones distraen nuestra atención respecto a aquellos que hoy se apropian el mundo y le explotan sometiéndonos.
Es por ello que venimos a recordarles que la opresión sexual es una forma de opresión política. Que es un frente tan irrenunciable como la lucha contra el racismo o la opresión económica. Que a pesar de la histórica participación activa de las lesbianas, por ejemplo, en distintos movimientos sociales, y en el devenir político en general, se han dejado para luego nuestras reivindicaciones y seguimos sin rostro, ni voz, seguimos siendo objeto de persecución. También, queremos acotar, fuerte y claro, que para hablar de un proyecto distinto al neoliberal, para poder decir que existe un proyecto de izquierda, de nación o alternativa mundial tiene que ser real la inclusión y visibilidad de todas las formas de disidencia sexual. Además, de resultar impostergable la revisión exhaustiva de lo que hoy la cultura construye como hombres y mujeres hacia un ejercicio de dignidad humana libre de violencia y de imposición. En resumen: Acabemos con la opresión de unos contra otras, de otros y de unas. La lucha conjunta es una importante opción y Lunas, como equipo político de lesbianas feministas, estamos aquí para decir:
Nunca más, la izquierda, ni el mundo sin nosotras.
Lunasdec@yahoo.com.mx en coordinación con Lesbianas Feministas Re-evolucionarias