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Las paradojas de nuestra contemporaneidad

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A pesar de que, como ya he indicado a los organizadores, no trataré con toda su especificidad el tema "Mujeres del Mediterráneo", por falta de auténticos conocimientos sobre las características específicas de esta región, no puedo evitar mencionar a autores y referencias cardinales de nuestra historia común que continúan alimentando, iluminando y documentando nuestra reflexión sobre este tema: Mujeres y comunicación ante la perspectiva del próximo milenio. ¿Cómo, en efecto, no mencionar al historiador Fernand Braudel que estudió esta región del Mediterráneo en un momento crucial de su predominio, el siglo XVI de Felipe II, el Mediterráneo, punto de encuentro entre Oriente y Occidente, tierra rica en mestizajes y que, de esta manera, ha proporcionado referencias históricas capitales para el análisis del fenómeno de los intercambios de los flujos mundiales, que se encuentra hoy en día en el primer plano de la escena económica, política e intelectual? Pero si le menciono es, sobre todo, a causa de la inspiración epistemológica que puede proporcionar a nuestros estudios sobre la comunicación, a nuestros estudios sobre las tecnologías de comunicación que, con demasiada frecuencia, son prisioneros de tiempos excesivamente cortos, y que padecen de tener la mirada totalmente centrada sobre el objeto técnico, fragmentado, en lugar de contextualizarlo a largo plazo, concepción esta de la historia aportada por Fernand Braudel y que nos permite arrojar luz sobre los temas de la comunicación técnica, a través de una reflexión sobre su dimensión cultural, y su inserción en el tiempo a lo largo de la cultura.

Evocaría también ese lugar mítico que encarna, en el seno de la ciudad griega, el nacimiento de la democracia, el ágora, referencia capital de todas las visiones proféticas, de todas las utopías sociales y políticas que han acompañado la invención de las tecnologías de la comunicación. El ágora es sin duda la figura más reiterada de los relatos mesiánicos tejidos a partir de estas tecnologías. Tanto las más antiguas como las últimas, las del mundo virtual, del ciberespacio, se garantizan a partir de la idea de que resucitan el ágora griega o el foro romano, emblemas de la plaza pública de la ciudad, de la villa o del pueblo, en donde una comunidad se encuentra, discute, intercambia. Esta referencia nos pone sobre la vía de nuestro tema: ya que la mujer griega, bajo el mismo concepto que el esclavo o el extranjero, no tenía voz en el ágora y, el ágora, figura emblemática de la democracia, nos remite, por lo tanto, a la exclusión de las mujeres.

Saltándonos épocas y regiones, pero quedándonos cerca de la geografía de esas riberas y esas tierras adentro, me atreveré a mencionar el estatuto de la mujer cabila que el sociólogo Pierre Bourdieu describió como el prototipo de un orden femenino sometido a la "dominación masculina", título de su última obra, en el cual revalida el modelo fundador, el cual analizó en los años 70. Ciertamente se le puede reprochar a este modelo - se ha hecho y yo lo hago - el estar como petrificado en mármol, no dejar ningún lugar ni posibilidad alguna a los múltiples desgarrones que le producen a la tradición y a su modelo impecable los accesos de la subversión y las avanzadillas del movimiento social, del cual las mujeres son protagonistas: lo hemos visto en Argelia, con ocasión de la guerra contra el colonizador francés. Les vemos todavía hoy resistir a la violencia terrorista, mientras que en Francia, jóvenes "Beur", salidas de la emigración, se encuentran en primera línea de fuego del movimiento educativo por la reforma de la enseñanza. Pero este modelo fundador nos enfrenta a un nudo antropológico y político en nuestro debate, a saber, la relación naturaleza/cultura y nos obliga a subrayar cómo la relación social entre los sexos ha sido continuamente legitimada, validada o discutida en función de esta posición.

Trataré este tema de las nuevas tecnologías de la comunicación y la vinculación indisoluble que existe con el fenómeno de la mundialización, sobre todo cuando se pretende situar el tema del que vamos a ocuparnos hoy en la perspectiva del tercer milenio.

El desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación está, en efecto, indisolublemente vinculado con el fenómeno de la mundialización. Esta expresión designa el grado de interdependencia alcanzado por los diferentes países y estados que componen el planeta. Pero designa también una cierta ideología del libre cambio que trata de convertir el mundo en un inmenso mercado, y que va cogida de la mano de una ideología de la comunicación como creación de un vínculo social universal. La mundialización interroga a las culturas singulares en su futuro y confiere una nueva dimensión a la cuestión de la democracia y a la práctica de la ciudadanía.

Situar a las mujeres de una región del mundo en este nuevo marco histórico en el que dejan huella las lógicas de la modernidad técnica, es tratar de descubrir si y cómo, y través de qué ambivalencias, se redefine la relación social entre los sexos.

Esta reflexión es tanto más compleja cuanto que es presa de las profundas conmociones que han marcado, tanto el campo de la teoría crítica de la comunicación como el de las prácticas y los análisis feministas en el transcurso de los últimos años.

La mundialización se presenta como un fenómeno nuevo, nunca visto hasta el presente y también es nueva esta pretendida armonización lograda de las naciones del planeta que se llevará a cabo siguiendo su huella. Ahora bien, he aquí lo que nos dice Fatiha Talahite, una economista del Maghreb, especializada en el mundo en vías de desarrollo y los países árabes en particular. "La mundialización, entendida como manifestación de la integración económica entre naciones a partir del hecho de la extensión de los intercambios y de la movilidad de los factores de producción - del capital sobre todo - es el resultado de un proceso ampliamente observado y descrito por los economistas e historiadores, que existe, de hecho, desde los inicios del capitalismo e incluso antes, con el comercio de grandes distancias y los flujos monetarios y financieros que le acompañan, y que ha conocido fases de expansión y reflujos en la historia. Por lo tanto, no es ni nuevo ni homogéneo (1)". Ni nuevo, ni homogéneo, lo subrayo.

Fatiha Talahite responde así, como un eco, a lo que decía el sociólogo Alain Touraine en Brasil en 1997: "La mundialización no existe; es solamente otra palabra más para denominar al capitalismo e imperialismo, sin la carga ideológica de este último". Frase tanto más significativa y convincente cuanto que no se puede ver en Alain Touraine un oponente de principio de las políticas del neoliberalismo, a las cuales él, hoy en día, les hace una crítica acerba, y dado que él no ha sido un antiimperialista cuando se recurría a esta palabra para caracterizar la lucha contra las relaciones de fuerza desiguales tanto en el campo de la política y de la economía como en el de la cultura, en la década de los 70.

La ideología de la "sociedad de la comunicación" que ha acompañado a la expansión y después a la explosión, de los medios de comunicación transfronterizos y de las redes telemáticas, ha contribuido poderosamente a esta mezcolanza de los retos de poder que comenzó bajo el signo de la "aldea global", concepto tan querido para Mc Luhan, como manera de negar las diferenciaciones entre sociedades y la persistencia de las relaciones de fuerza. La "sociedad global o planetaria de la información" es vista como el lugar de la transparencia y de la igualdad de los intercambios. En la realidad, la técnica y sus redes no han cesado de ahondar en la diferencia que existe entre los mundos sociales.

Participando en Florencia, en 1996, en una experiencia de creación multimedia llamada "La odisea digital en el mundo mediterráneo", tuve ocasión de oír a un responsable de la región toscana decir al organizador Derrick de Kerkove, discípulo de Mc Luhan: "Usted nos habla de las autopistas de la información, de infovías, mientras que a nosotros nos faltan escuelas y caminos vecinales".

Retomando los análisis de Fernand Braudel y de Immanuel Wallerstein sobre la formación de la economía-mundo y del sistema-mundo, analistas de la internacionalización de la comunicación han demostrado que esta ley de intercambio desigual y de jerarquización del sistema mundial, sigue siendo un dato esencial para analizar las relaciones entre las economías, las sociedades y las culturas. Respondiendo a la noción de economía-mundo, la noción de comunicación-mundo, trabajada concretamente por Armand Mattelart, da cuenta de estas lógicas de exclusión (2). Se forma una "economía de archipiélago", con sus polos de excelencia tecnológica, auténticos nudos de los mercados y de las redes mundializadas.

Lo impensado de la técnica

Hay escuelas de pensamiento antropológico que se han interesado particularmente por el estudio de la evolución técnica y que proporcionan un punto de partida interesante, aunque polémico, al debate sobre las ausencias y omisiones, que no podemos evitar constatar en los discursos sobre la técnica. Son las escuelas antropológicas que, siguiendo a Leroi-Gourhan, lejos de estigmatizar la técnica, lejos de tener una visión catastrofista, la conciben como parte íntegra del proceso de hominización de la humanidad. El hombre es un ser con carencias. Tiene necesidad de prótesis. Tiene necesidad de la técnica para construir el devenir humano. La humanidad se hace también con la técnica. La historia de lo humano, desde su mismo origen, es descrita como un proceso de exteriorización técnica de las facultades físicas, biológicas, nerviosas, intelectuales y simbólicas de los individuos y de los grupos. Este proceso está, por otra parte, consagrado a la "conquista del espacio y del tiempo". La telesociedad que se anuncia sería un efecto reciente de ello. La telesociedad, es aquella en la que se puede ser actor, aquella por la cual uno puede extender su radiación muy lejos del territorio donde está implantado, pero también es aquella que hay que soportar, aquella que puede convertirnos en dependientes. Las nuevas redes no harían, de hecho, más que acentuar lo que ya había iniciado la revolución industrial, que encadenaba, a su vez, con un proceso de conquista territorial que ya empezó en los inicios de la humanidad.

En este discurso y para esta escuela, como es habitual, el hombre, la palabra hombre se refiere al orden masculino en su pretensión de universalidad. El orden masculino no tiene necesidad de justificarse para pretender caracterizar a la humanidad en su conjunto. En su conjunto, he dicho. Ahora bien, cómo explicar la observación según la cual incluso en las sociedades que se perciben como bastante mixtas, la técnica está ante todo y, por así decirlo, exclusivamente en las manos de los hombres.

En una obra reciente, de título evocador "la construcción social de la desigualdad de sexos: herramientas y cuerpos", una antropóloga, Paola Tabet, demuestra que en todas partes, y esto se remonta a los tiempos más antiguos, las mujeres están bastante peor equipadas que los hombres, incluso aunque sean ellas las que garantizan la subsistencia del grupo. "Hay que preguntarse, escribe ella, lo que significa el hecho de que uno de los dos sexos detente la posibilidad de sobrepasar sus capacidades físicas gracias a herramientas que amplían su dominio sobre lo real y sobre la sociedad, y que el otro, por el contrario se encuentre limitado a su propio cuerpo, a las operaciones que realice sólo con sus manos o con las herramientas más elementales en cada sociedad". Toda técnica nueva, resume la antropóloga, es resueltamente masculina y está más o menos prohibida a las mujeres.

Este título "La construcción social de la desigualdad de sexos; herramientas y cuerpos" evoca la famosa frase de Simone de Beauvoir en "El segundo sexo", de la que se celebra este año el cincuenta aniversario: "No se nace mujer, se va convirtiendo una en mujer". Breve frase que ha desembocado de una manera tan fecunda en el análisis de la relación sexo/género: el género es una construcción social, y sobre el rechazo a explicar el confinamiento de las mujeres a un estado de inferioridad mediante argumentos de orden natural o biológico. Esta observación nos invita a rebasar esas visiones de un cierto determinismo técnico, fundamentado aquí sobre una biologización de la técnica. Aquí, como en otros lugares, no hay que fiarse de las explicaciones "biologizantes" de los fenómenos sociales. ¿Hay que observar y cuestionarse los contextos sociales, económicos y políticos en los cuales se implantan las técnicas, preguntarse cuáles son los actores que presiden su desarrollo, quién define la arquitectura de las redes técnicas, quién determina sus finalidades?. Una socioantropología de la técnica debería también tener empeño en preguntarse ¿cuáles son los sectores sociales que se la apropian? ¿cómo? y ¿por qué? ¿con qué desfases los unos en relación con los otros?

La historia nos enseña que los grandes saltos dados en el desarrollo técnico son respuestas a crisis, soluciones a salidas de las crisis. La expansión de las redes transfronterizas es la respuesta a la crisis mundial del capitalismo, cuya salida se busca en la extensión planetaria del neoliberalismo, la libertad comercial, la democracia de libre mercado, haciéndose pasar por libertad de expresión y por libertad simplemente.

Pero si el desarrollo técnico era aún recientemente el signo del progreso económico, social y cultural, este signo positivo se ha invertido recientemente: la innovación se ha convertido para muchos en un fenómeno negativo, sinónimo de marginación, e incluso de miseria económica, pero también cultural y espiritual. (Y en particular para aquellos que se sienten muy alejados, a causa de una falta generalizada de medios, de un déficit de capacitación, y también de un desarrollo de cara al choque de la civilización, de una falta de deseo de cara a un mundo donde se desvaloriza el vínculo de la proximidad). Esta situación, relativamente reciente, engendra una pérdida de inteligibilidad sobre el futuro, es decir una pérdida del sentido de la esperanza, que agrava el riesgo de "fractura social"

Finalmente me parece necesario, en este intento de aclarar el contexto general a grandes rasgos, interrogarse sobre lo que ocurre en el aspecto del movimiento de las mujeres y del pensamiento feminista.

Ya que, incluso si el tema del acceso a las nuevas tecnologías de comunicación no ha sido objeto de una voluntad y de una concienciación específica ni de una reivindicación particular, porque las tecnologías de la comunicación parecían integrarse de forma natural en las aspiraciones que afectaban a los bienes de consumo y el ocio doméstico, o visto desde otro aspecto, las herramientas de trabajo, en el mundo de la oficina y de la profesión, el acceso a estos nuevos instrumentos, forma parte igualmente del conjunto de los problemas vinculados, por una parte, con la educación, con la formación, el poder cultural, la expresión y el ejercicio de la ciudadanía. Estas técnicas, y quisiera subrayarlo, forman parte de nuestro nuevo entorno cultural. Forman parte del nuevo contrato social, ya que la comunidad está llamada a asignarle un lugar a las mediaciones técnicas. Estas técnicas se insertan, por lo que afecta en primer lugar a la igualdad de oportunidades de acceso y a los modos de apropiación, dentro de las cuestiones vinculadas con la socialización de la técnica, por una parte, y con el acceso al mundo político, a las nuevas modalidades de participación ciudadana, por otro, si lo queremos contextualizar dentro de una perspectiva.

Se tiene la costumbre de distinguir, en la historia del movimiento de las mujeres, dos grandes corrientes que tienen cada una sus figuras y sus obras emblemáticas. El feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia. Dos polos que son también identificables con generaciones feministas. Bien sea a través del combate de las sufragistas, por una parte, o de las feministas existencialistas por otra, la primera generación del movimiento de las mujeres aspira a insertarse en el tiempo de la historia, del proyecto y de la acción. Las reivindicaciones políticas de las mujeres, las luchas por la igualdad de salarios y funciones, por adquirir poder en las instituciones sociales, con los mismos derechos que los hombres, provienen de esta lógica de identificación que se acompaña, si es necesario, del rechazo de los atributos tradicionalmente considerados femeninos o maternales.

El socialismo occidental, sacudido desde sus inicios por las exigencias igualitarias o diferenciales de sus mujeres (entre las cuales por ejemplo se encuentra Flora Tristan) se ha dado mucha prisa en evacuar la parte de ella que aspiraba al reconocimiento de una especificidad del papel femenino en la sociedad y la cultura, para no retener más que, siguiendo el espíritu igualitario y universalista del humanismo de las Luces, la idea de una necesaria identificación entre los sexos como medio único y exclusivo de liberación del "segundo sexo".

La otra generación es cualitativamente distinta a la primera. Esta vinculada por una parte con mujeres que han llegado al feminismo después de mayo de 1968 y, por otra, con mujeres que cuentan con una experiencia estética o psicoanalítica. Aunque reconoce su deuda con las luchas de quienes le precedieron por el reconocimiento sociocultural de las mujeres, no acepta ya sacrificar ciertos aspectos del ser mujer para acceder a una dimensión política de cara a la cual, por otra parte, experimenta una cierta desconfianza. El combate ya no se emprende en la búsqueda de la igualdad, sino de la diferencia, de la especificidad.

Hoy en día se asiste al resurgimiento de estas dos grandes tendencias: universalismo y diferencialismo, con una pugna muy grande, en un debate muy áspero, como lo ha demostrado recientemente el debate en Francia en torno a la paridad en política.

Hoy en día hay que hacer esta constatación: se ha convertido en algo difícil hablar de "mujeres" en general. El territorio de identidad de las mujeres se ha visto fuertemente sacudido. Ya no cae por su propio peso hablar de "grupo de mujeres", de "colectivo de mujeres". En el contexto general post-moderno de la crisis de los grandes relatos de emancipación, de la crisis de las identidades y de los modelos de identificación, se asiste a la fragmentación de las identidades femeninas. Pero en el ámbito político, de la acción pública, no obstante, existe la necesidad de encontrar líneas generales de movilización, y yo estoy de acuerdo con ciertas feministas francesas en decir que la época contiene en este sentido, algo de trágico.

Son los teóricos anglosajones los que han ido más lejos en la voluntad de reflexionar sobre las diferencias entre las mujeres, enfrentadas como estaban a las exigencias de reconocimiento de las comunidades étnicas. Esta voluntad apareció bajo la influencia de dos fenómenos convergentes, la afirmación del discurso post-moderno, como acabo de decir, que pone fin a los grandes relatos para hacerle sitio, en el lenguaje, a temas en permanente constitución, y el cuestionamiento sobre todo por parte de las feministas negras y de una manera general por las mujeres del Sur en el Norte, sobre la pretensión hacia lo universal de las feministas blancas. Para las feministas sociólogas, antropólogas, economistas, que intentan reflexionar sobre lo que significa el contexto actual de "mundialización" para el trabajo, el empleo de las mujeres, su cultura, pero también para sus movimientos sociales e incluso para el pensamiento feminista, el dilema éste es hoy en día, un dilema al cual hay que encontrar una salida: cómo plantearse conjuntamente la existencia del "grupo de mujeres" forzosamente de posiciones feministas y teniendo en cuenta las diferencias de clase, pero también de raza/etnia, reivindicadas de forma positiva por las "culturas" socialmente en minoría. ¿Cómo lo resuelven ellas? Me inspiro aquí en un trabajo publicado en forma de reflexión colectiva que reúne ensayos que emanan de diversos puntos de vista disciplinarios y de experiencias plurales.

Esta investigación de la práctica política tiende a caracterizarse por la expresión de "universalidad en la diversidad", es decir una articulación pensable y practicable de las diferencias entre las mujeres (3).

Concretamente, esto significa la puesta en marcha de políticas feministas y democráticas que sean prácticas de coalición, donde las diferencias entre las mujeres estén reconocidas y comprendidas: las fronteras, y cito a este colectivo de mujeres, no deben estar dibujadas por quienes somos, sino por lo que queremos lograr juntas. Ya que todavía hay cosas que debemos lograr juntas.

Pero aquí reside una de las paradojas dolorosas de nuestra contemporaneidad: ese peligro de fragmentación excesiva de las luchas, en un contexto de globalización de las estrategias del capital y del poder. Hay que subrayar también la riqueza de esta diversidad, su pluralidad, la fecundidad de los intercambios de punto a punto, a cuyo servicio están las nuevas tecnologías interactivas, para crear situaciones de diálogo que dejen sitio a las posiciones específicas y al "saber inacabado" que lleva cada una.

En todos los discursos en los que se plantea la cuestión de los objetivos de lucha, por parte de las mujeres, en el contexto de la mundialización, se encuentra reiterada la misma constatación de doble naturaleza: es universal y es diferente. Citaré aquí este párrafo que he tomado también prestado de esta misma reflexión sobre la mundialización: "¿qué es la mundialización para las mujeres? ¿lleva a una convergencia entre ellas en todo el mundo o, por el contrario, aleja todavía más a las del Norte de las del Sur? o incluso ¿existen hoy en día el Norte y el Sur? Si encontramos un poco por todas partes las mismas pesadas tendencias- flexibilización de la relación salarial, aumento del desempleo, debilitación del estado asistencial y las protecciones que éste garantiza, incertidumbre en cuanto al futuro de las instituciones - se observa una gran diversidad en las formas y las estrategias implantadas (4)".

Después de haber situado, a grandes rasgos, el contexto general en el cual se inscribe nuestro debate de hoy, tengo que volver a poner los pies en la tierra y para ilustrar de una manera muy sucinta y breve y con los medios que tengo, el estado de la situación actual: referenciar algunas de las características que marcan la relación diferencial de los sexos con las nuevas tecnologías.

1. Hay menos mujeres usuarias que hombres; menos chicas que chicos, incluso aunque en los Estados Unidos la proporción esté resorbiéndose, según parece, entre las franjas de edades jóvenes, e incluso aunque el tiempo de recuperación de las mujeres esté acortándose, siempre hablando de los Estados Unidos, donde sólo el 30% de las mujeres entrevistadas en la encuesta sociológica de referencia utilizan Internet (5). En otros países, la proporción es muy inferior: el documento de presentación de esta conferencia ante la cual realizamos esta exposición ¿no es cierto que da cuenta de un 99% de usuarios masculinos en la región de Valencia?. En la cartografía de los programas interactivos, se descubre que las mujeres serían más bien adeptas a la telecompra (volveré a hablar de ello), y menos a los video-juegos. En la microinformática, no son usuarias tan apasionadas como los hombres. Realizan una inversión personal menos fuerte que los hombres en la máquina. Realizan un uso más funcional y más racional. La emoción, la inversión subjetiva en la máquina son para los hombres, que dicen encontrar un sentimiento de dominio del mundo. Para las mujeres, la técnica sigue siendo un objeto, del cual ellas realizan un uso más funcional. En cuanto a las chicas, estarían más interesadas por los vínculos y las relaciones de proximidad que por la relación con la máquina. Mujeres y chicas son menos lúdicas que los hombres. Y, como eco a estas palabras, me gustaría citar un pasaje extraído de este número de la revista que ya he mencionado, escrito por mujeres que pertenecen a diferentes disciplinas de investigación y a distintos continentes: el pasaje dice lo siguiente: "El juego de la especulación financiera transnacionalizada a través de las redes informáticas está dirigido ampliamente, por no decir exclusivamente, por espíritus masculinos, que encuentran en este mundo, aligerado de las limitaciones de los estados y de las fronteras lingüísticas y culturales, un lugar irrealista a la medida de sus apetitos lúdicos. Así, el sexo de estos jugadores mundiales no se nombra jamás. Estos navegadores numéricos pueden entrar en las rejillas de análisis construidas para dar cuenta del funcionamiento psicopatológico de los pilotos de caza, que encuentran un pretexto en sus actividades para perseguir un juego infantil. Suprema subversión de la violencia y de la destructividad a través del proceso de sublimación que desexualiza la pulsión dándole salida en el campo social, incluso y, sobre todo, en tiempos de paz (6)".

2. Otro tema íntimamente articulado con la cuestión mujeres/nuevas tecnologías de comunicación, es el tema que yo titularía: "terminal doméstico", para designar a la trampa que constituye el retorno del trabajo al hogar, con eso que se ha dado en llamar el teletrabajo. La entrada en la esfera pública que permite el trabajo corre así el riesgo así de ser mediatizada, e incluso confiscada, por un retorno a la confinación en la esfera doméstica, donde la mujer se aísla, donde el trabajo se encuentra entremezclado con las relaciones familiares, las tareas del hogar y los cuidados maternales.

Es cierto que este retorno puede corresponderse con el giro más individualista, menos colectivo, que toman las reivindicaciones. Menos radicalismo, que se traduce en una voluntad de intentar negociar armoniosamente la vida privada, la maternidad y el trabajo.

Pero hay que estar atento a esto: el mantenimiento de las mujeres en el hogar, o el retorno de las mujeres al hogar, ha sido una solución constantemente revalidada por el poder en tiempos de crisis, en el pasado por lo menos. Igualmente hay que estar atento a esta figura central que constituye "la mujer en el hogar" en la ideología de mercado y en la historia del marketing (7),

Ahora bien, el proceso de innovación permanente, que inicia la revolución industrial y que no hará más que intensificarse para alcanzar hoy en día un dinamismo extremo, supone que la penetración de la técnica en la vida cotidiana se vea facilitada, por no decir impuesta, por el desarrollo de la información y de aquello en que se convertirá el marketing. Esta es la razón por la cual se ha podido decir que vivimos en la época de la conquista de las audiencias, de los consumidores y consumidoras, más que de los territorios en sí. Así pues, en las estrategias del marketing, las mujeres son siempre un objetivo claro.

Acabamos de mencionar la propensión estadística de las mujeres usuarias de las nuevas redes a la telecompra; lo cual, revelado por lo empírico, es bastante desolador e indicador de conformismo. Y esto me lleva a distinguir entre conceptos bien opuestos de la interactividad, tan cacareada por los comerciantes de las nuevas tecnologías. En efecto, con cada nueva tecnología se propaga un nuevo mito tecnocultural. Cada medio nuevo de comunicación renueva la utopía de la comunicación. Las últimas tecnologías se presentan con una ventaja considerable que se puede resumir en una palabra: la interactividad. Ahora bien, la interactividad debe encubrir cosas bien diferentes. Las tecnologías interactivas pueden no hacer más que renovar los métodos de envío comercial de mercancías de toda naturaleza: venta al por menor por catálogo, vídeo a demanda, diversiones electrónicas. Las nuevas redes del tipo de televisión transaccional propuestas por los operadores de cable pueden no parecerse más que a centros de distribución electrónicos a domicilio, sobre los cuales van a ejercer un control absoluto determinados intereses privados.

En este caso y en tal contexto, la interactividad se resume en dispositivos sofisticados de selectividad, permitiendo elegir entre diversas opciones comerciales pre-rogramadas. Pero es posible también que las redes de comunicación gestionen, como Internet, al menos hasta el presente, la reciprocidad de los intercambios según un modo de tipo conversacional y una cierta pluralidad. Esta definición de la interactividad se inscribe en una lógica más participativa de la comunicación. Todavía falta, me dirán ustedes, disponer de electricidad. Lo cual, en determinados continentes como Africa, no se da forzosamente por supuesto. Además hace falta disponer de un ordenador y de poder comprar un módem, lo que para muchas personas de todo el mundo, todavía se da mucho menos por supuesto. Según una estadística dada por el MIT (Massachussets Institute of Technology), en 1999, el 2% de la población mundial están conectados a la Web. Pero lo que me interesa decir en este momento, es que la interactividad puede encubrir conceptos opuestos: selectividad por una parte; reciprocidad por la otra, las cuales he elegido aquí para que figuren como metáforas de las diferencias entre las concepciones de las redes técnicas de comunicación.

En esta divergencia entre dos conceptos de redes, de su estructuración y de sus usos, que se refieren cada una a historias diferentes y contradictorias de las redes que los hombres han creado, las del industrialismo y las de la solidaridad social, es donde quisiera situar mis palabras de conclusión.

En un anuncio publicitario que circula desde hace algunas semanas en nuestras pequeñas pantallas, se ve una retahíla de niños pobres del planeta, después una niña pequeñita procedente de una etnia pobre entre las pobres, que invita a los telespectadores del mundo entero a suscribirse a Internet, a través del anuncio de uno de los suministradores de información de la WEB, la sociedad XY: Are you ready? pregunta ella.

Están ustedes preparados para integrarse en la WEB? ¿Estás preparado?

Ultimo eslabón de la gran cadena humana, soñada por el milagro de las redes transfronterizas, una niñita pobre nos invita a olvidar las disparidades en materia de medios de vida, de educación, de salud, de hábitat, de posibilidades de futuro, de situaciones y aspiraciones culturales y medio ambientales, y nos dice: "¿Están ustedes preparados para vivir el gran sueño del planeta? Puesto que las nuevas redes van a resorber todo lo que falta, toda esa denegación de la igualdad.

Es significativo que sea una niña pequeña la que haga esta invitación al mundo. El cinismo de las agencias mercantiles internacionales está al nivel de su fingimiento inconsciente de los enormes desequilibrios del planeta. ¿Qué le diríamos a esta niñita, pobre entre las pobres? Le diríamos, en primer lugar, que la técnica, sola, no salvará nada. Es exigir demasiado de ella que le pidamos que salve el mundo. Le dibujaremos los grandes fosos que reducen esas grandes esperanzas y que obligan a revisar las alternativas estructurales del desarrollo mundial.

Y después le diríamos que, sin duda, estamos lejos de estar listos, pero que nos preparamos para inventar nuevos universos de referencia, con el fin de abrir una vía a una reapropiación y resimbolización del uso de las herramientas de comunicación, dando preferencia a nuestras formas propias de ser en el mundo y fuera de las fórmulas trilladas del marketing. Le diríamos también que vamos a elevar imperativamente la cuestión de la adaptación ciudadana más allá del dominio individual, llevándola allá donde se decide la arquitectura de las redes de la comunicación. Finalmente le diríamos que intentaremos constituirnos en herederas de la larga historia de las redes sociales que se han tejido contra el economismo y en continuadoras de las redes de solidaridad social que Flora Tristan bautizó con un bello término en 1843 creando la expresión de "cosmopolitismo democrático", ella que nos habla con la fuerza que le da estar situada, peruana y francesa a la vez como era, en el cruce de caminos de la interculturalidad y del feminismo.

Michèle Mattelart

Marzo 1999

Notas:

(1)Talahite F., "L’emploi des femmes au Maghreb" [El empleo de las mujeres en Maghreb"] en Cahiers du Gediist, París, nº 21, Dossier "Les paradoxes de la mondialisation" [Las paradojas de la mundialización].

(2) Mattelart A., La Communication-monde, París, La Découverte, 1992 / La Mondialisation de la communication, París, PUF, "Que sais-je", 1998.

(3) Cahiers du Gediist, op. Cit.

(4) Ibidem.

(5) Datos provenientes de los primeros resultados de la encuesta europea sobre los adolescentes y los video-juegos (bajo la dirección, por parte francesa, de J. Jouët y D. Pasquier), en Télérama, París, nº 2563, finales de febrero de 1999.

(6) Cahiers du Gediist, op. Cit.

(7) Mattelart M., Les Femmes et les industries culturelles [Las Mujeres y las industrias culturales], París, Unesco, 1981, Publicación del Departamento de Desarrollo Cultural, Dossier nº 23 / "Women, Media and Power: A Time of Crisis", Media Development, Londres, 1994, nº 2.


http://www.gva.es/cimmed/P2/Docs/Emichelle.htm


1999-03


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