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GOOOOOOOOOOOOOOOL !!!

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Siento ya el redoblar de los tambores de la tribu, gritos eufóricos que alientan la batalla cercana, aullidos que conjuran el triunfo, cantos de guerra, relinchar de caballos en la noche insomne, apuestas tabernarias, ajuste de arneses para el viaje, sueños alborotados, provisión de víveres, y hasta escucho desde aquí el turbulento palpitar de tantos corazones al unísono: ¡EL MUNDIAAAAAAAAL!

Personalmente ni me va ni me viene. Puede ganar Namibia o Perú que me trae al pairo. Y en cuanto a España.... soy tan poco patriotera que no se me conmueve una fibra así pierda, gane o la eliminen. Ya sé que esto puede sonar a sacrilegio para algunos futboleros, pero es que me importa un bledo. Entonces, pues, ¿para qué se mete usted a escribir de fútbol, señora mía? ¿No sería más pertinente hacer mutis por el foro y dejarnos ver los partidos en paz? Es que, en realidad, no estoy escribiendo de fútbol, sino de otras muchas cosas. Por ejemplo, de guerra. Por ejemplo, de lógica. Por ejemplo, de dominación simbólica. Por ejemplo, de que el patriarcado NO ha muerto... Bueno ¿y qué? ¿Por qué tendría que morirse? No, por nada, por nada.... Sólo que viviríamos mucho mejor en un sistema de libertades. Pero, bueno ¿no es eso la democracia? ¿No es ése nuestro sistema político? En fin, me van a perdonar, pero yo no mencionaría a esa señora tan respetable sin antes hablar de partidocracia, de biopoder, de ideología como consenso, de imaginario masculino como modelo de mundo y de todos esos rollos, que sí, que sé que son un rollo, y más ahora en pleno mundial, ¡menuda palizas!

Lo que me llama la atención es que un juego tan inocente como dar patadas a una pelota esté moviendo todo lo que mueve. ¿Lo han pensado? Y, sobre todo, ¿por qué? ¿Qué esconde esa inocencia infantil de jugar? Creo que debe de ser tan primario como cuando le lanzas una pelota a un perrito: juega y juega como loco. La cuestión es que ya los griegos jugaban al “episkyros” con un balón, el cual los romanos convirtieron en el “haspartum”, que curiosamente sólo se jugaba en el ámbito militar como divertimento, ejercicio físico y también como aprendizaje de estrategias de guerra. De algún modo se mantuvo durante la Edad Media y después hasta nuestros días, tal vez porque la pasión de jugar con los pies, de dirigir toda una estrategia con nuestros miembros inferiores, sea la más exultante expresión lúdica del animal erecto, del único animal que liberó sus manos y no tiene ya que seguir corriendo a cuatro patas. Ahí radica la fuerza inconsciente del fútbol.

A lo que voy: desde que se funda la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) en 1904, este jueguito inocente se ha convertido en un valor en alza. Y como todo valor en alza, como todo lo significativo en nuestra civilización, toma su forma típicamente patriarcal. Constituye un círculo vicioso: es un valor en alza porque da dinero, pero da dinero porque se lo ha convertido en un valor en alza, utilizado como biopoder. Sí, un palabro extraño, pero una realidad muy antigua. Lo que era para Roma el “panis et circensis” es hoy el fútbol, es decir, la utilización de un poder que no se impone, aparentemente, sino que se mete en las vidas como si de la suma de muchos deseos individuales se tratara. Es como el consumo. ¿Sentimos acaso que se nos impone una determinada moda? No: para eso existe la publicidad. Deseamos con pasión cosas que hace dos días ni las conocíamos. Y esos deseos que parecen propios, pero son inducidos, son utilizados por el poder para sus fines interesados. ¿No se asocia el Barça con una tendencia política determinada? ¿No es por eso más que un club? ¿No es el Real Madrid el fichaje más rentable de la derechona? ¿No sirven ciertas confrontaciones deportivas para sacar todo el odio, la bilis, y la pasión vengativa contra los “enemigos”? ¿Y también para seguir fomentándola? Sí, claro que sí. Todos lo sabemos. No en balde se quieren tener representaciones deportivas propias para continuar la guerrita política a través del deporte. Pura partidocracia.

La cultura patriarcal está en plena decadencia en cuanto a prestigio, no en cuanto a poder ejecutor, por eso nos cuela sus “caballos de Troya” con tal de no retroceder y, es más, de reconquistar terrenos perdidos. El Mundial atruena el mundo y nos presenta como espectáculo máximo el deporte rey, el deporte masculino por excelencia en el que se escenifica la potencia joven, exuberante, guerrera y lúdica de 22 hombres estupendos en cada campo (¿de batalla?). Ahí no hay paridad ni tonterías por el estilo. Su estética es guerrera, gritos y aullidos incluidos, su celebración salvaje, su pasión infinita. Lo único que le faltaba al fútbol para crear un “cosmos” propio desde el “caos” original era la conjunción con esa erótica tan depredadora como la de la prostitución; esa erótica tan fantasmática en la que “el que paga manda”, aunque la mayor humillación sea, precisamente, tener que pagar. La construcción de esos locales de “alterne” junto a los estadios no puede ser más elocuente. Es el triunfo de lo de “siempre”, el retorno de lo reprimido después de la moralina de las igualdades y todas esas monsergas feministas; es el trofeo espectacular del mundo macho, aquel que se sentía amenazado y hoy recupera su antigua gloria, la puesta en escena de su triunfo simbólico en todas las televisiones del mundo. Sacar todo el beneficio crematístico de este evento es la tercera pata del trípode sobre el que se levanta la evidencia de lo que es: guerra, sexo, dinero. ¡GOOOOOOOOL! Éste si que es un verdadero gol, un pelotazo: todo significa lo mismo. No me meto en su dimensión religiosa porque no hay espacio, pero lo apunto.....

¿Y el fútbol como deporte? A mí me parece algo magnífico por el que siento una gran pasión. Me encantaría hacer equipos de fútbol de chicas por todo el mundo. En vez de cursos de autoestima o de macramé, yo pondría a todas las mujeres a jugar al fútbol. La coeducación sin jugar al fútbol es una batalla perdida. Estoy convencida de que supone la solución para muchos conflictos. No se imaginan lo divertido que es, la velocidad de reflejos que potencia, la seguridad en sí misma, y hasta el tipo de personalidad tan atractiva que genera.

Ahora, eso sí, en cuanto las mujeres entráramos masiva y activamente en esto del fútbol..., se acabó el negocio, se acabó el prestigio, se acabó la gloria. Es una de las consecuencias de lo que Pierre Bourdieu denomina el “coeficiente simbólico femenino”: lo que tocamos las mujeres queda devaluado en una cultura patriarcal. CASANDRA


Fuente: El Blog de Casandra. Victoria Sendón


2006-06


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