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"Argelia tenía necesidad de alguien que no comercializara con la paz". Entrevista a Abdelaziz Bouteflika

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A finales del mes de julio, durante la visita a Argelia del ministro de Asuntos Exteriores español Abel Matutes, la periodista Montserrat Boix, colaboradora de ‘Nación Árabe’, realizó una entrevista para Televisión Española al nuevo presidente argelino Abdelaziz Buteflika. En una conversación de casi una hora, Buteflika repasó los puntos más importantes en los ámbitos nacional e internacional de su proyecto para Argelia. Considerando que puede ser un buen referente para despejar algunas incógnitas sobre el futuro de este país, Nación Árabe publica su transcripción, manteniendo en lo posible su literalidad a fin de respetar el sentido exacto de las palabras de Buteflika. [N.Á.]


M.B. Tras su elección en marzo, usted ha tomado usted diversas iniciativas relativas a la pacificación en Argelia, logrando, por lo que parece, un consenso político que hace tiempo no se lograba en este país.

A.B. No me gusta la palabra consenso porque ha sido utilizada en la campaña electoral y ha dado la imagen del hombre providencial, con una visión un poco mesiánica, que llega de no se sabe dónde, encargado de no se sabe qué misión celestial. No, yo soy un hombre pragmático, un hombre de diálogo, sin prejuicios, ni favorables ni desfavorables, respecto a mis interlocutores. De la misma manera que quiero que se acepten mis diferencias, yo acepto las de los otros. Acepto que no estén de acuerdo conmigo; acepto que mi país es complicado, muy, muy complicado. A pesar de la visión que usted pueda tener de una Argelia uniforme, la realidad es que existe una Argelia muy compleja que hay que gestionar.

Si queremos simplificar podemos decir que, en el mejor de los casos, hay -y es la mayor simplificación que puedo aceptar-, digamos, terroristas y víctimas de terrorismo. Cuando digo terrorismo no me refiero solamente a quienes han asesinado personalmente, sino a aquéllos que han apoyado esta causa a través de la prensa, de declaraciones, a través de actitudes políticas o a través de una papeleta de voto. Y del otro lado están aquéllos que condenan el terrorismo porque lo han sufrido directamente. Tanto de un lado como del otro los acontecimientos han sido tan especialmente violentos que han hecho que el Ejercito Nacional Popular y los servicios de seguridad hayan tenido que actuar en condiciones algunas veces difíciles y defenderse asimismo en condiciones todavía más difíciles. Existe, pues, una situación extremadamente complicada que obligaba a afrontarla con ideas simples.

Argelia pertenece a todo los argelinos, y éstos, sean islamistas o ateos, no tienen un país de recambio. Sé que su país, España, es un país de acogida: ustedes serían capaces de acoger algunos miles de argelinos, pero no estoy seguro que fueran capaces de dar asilo al conjunto del pueblo argelino o la mitad del pueblo argelino que no pudiera vivir aquí. Y esto es válido para el resto de países que nos rodean, Marruecos, Túnez. Francia, Italia... Resulta por tanto evidente que Argelia pertenece a todos los argelinos, que no tienen un país de recambio, y que si lo tuvieran, fuera cual fuese, no sería tan hermoso como su propio país. Si admitimos este hecho, ello quiere decir que es necesario que aprendamos a vivir de manera civilizada con nuestras diferencias. Esto parece no gustar ni a unos ni a otros, pero dado que no les gusta me empeño en repetirlo, ahora ante usted: quien quiera llevar el kamis -es decir, esa larga camisa- que la lleve, incluso con barba; y quien quiera llevar minifalda que lleve la minifalda. Creo que el mundo está hecho así, y que Argelia no es tan diferente de los otros países que nos rodean, sean magrebíes o europeos,.

M.B. Y en esta Argelia por la que usted lucha ¿cuál es el papel que debe tener la religión?

A.B. El Islam es la religión de todo el pueblo argelino -insisto, de todo el pueblo argelino- sin exclusión alguna. No veo, por tanto, utilidad alguna plantearse su uso con fines políticos. El Islam -que es la convicción y la religión de toda la población en este país- no es, sin embargo, más importante que otros componentes de su identidad nacional. En el fondo, somos, en nuestro origen, beréberes que durante catorce siglos hemos sido arabizados por El Corán y la llegada de los árabes. Estos tres componentes -el étnico, el cultural y el espiritual- identifican y constituyen la identidad medular de los argelinos. La gente que no vive de manera pasional su islamidad, su arabidad y su berberidad se siente tan cómoda en su piel como los bretones en Francia o los catalanes y andaluces en España. Aquí hay particularidades que -parecidas a la catalana, vasca, andaluz o castellana- forman parte de la riqueza de los pueblos y de los países. En nuestro país es igual.

M.B. ¿ Cuál es su proyecto para Argelia cuando habla de paz y reconciliación?

A.B. Creo que existía un vacío carismático, que el pueblo argelino tenía necesidad de alguien que no comerciara ni con la paz ni con la guerra, porque hay gente interesada en que esta situación perdure dado que resulta una situación muy lucrativa, que para algunos implica muchos intereses. Hay quienes no hubieran existido en el terreno político porque no tienen ningún programa, su único programa ha sido “la reconciliación nacional”. Una vez que el Estado asume esta reconciliación nacional, ¿qué queda de su programa? No conozco nada especialmente sorprendente -ni muy revolucionario- ni en el aspecto político, cultural o económico.

Por tanto, si usted quiere, la dinámica de este hombre que ha desaparecido de la escena pública [argelina] durante veinte años es la de quien regresa para hablar como un simple ciudadano argelino, que siente como siente el ciudadano argelino su herida, su humillación, su frustración. Porque resulta claro que yo he conocido y he vivido como actor la Argelia de los años de gloria, pero he vivido también los momentos de mi país arrastrado al fango. No olvidaremos nunca a quienes han estado a nuestro lado durante esta tragedia nacional, de igual modo que no olvidaremos, no olvidaremos -no a quienes no han estado a nuestro lado, que no es grave- a quienes han echado aceite al fuego.

Hay partidos islamistas que me han apoyado durante la campaña electoral pero no estaban implicados en ninguna violencia. Para [los integrantes de] las organizaciones que llegaron al extremo de expresarse por medio de la violencia existen, a grosso modo, tres grandes categorías de personas: La primera, aquéllas que están en prisión porque han ayudado [a quienes cometían actos violentos] económicamente, dándo[les] de comer, sirviendo de guía, etc., pero que en todo caso no han sido culpables de crímenes. Estamos preocupados por la defensa -una defensa responsable- de los derechos humanos. A día de hoy, hemos ampliado a 2.700 el número de personas cuyos expedientes están siendo estudiados en las wilaya1 y creo no excederme si digo que al menos 2.000 deben ser liberadas poco a poco y que ello lo hago por convicción.

La segunda categoría de personas incluye a aquéllos que, con 18 o 20 años -dada la situación social y económica, y al margen o no de la cuestión del Islam- han sido inducidos a unirse al maquis2. En este país se han producido tales excesos que ciertamente había elementos para crear desesperados. Quienes se han unido al maquis pero no hayan cometido ningún crimen -afortunadamente para ellos- serán cordialmente invitados a regresar a sus hogares, y serán acogidos con toda la generosidad y toda la hospitalidad del pueblo argelino. No serán de ninguna manera molestados y su situación será rápidamente regularizada, de hecho, ya se está regularizando.

[Por último,] hay una tercera categoría de la que me he preocupado [especialmente] y de hecho simplemente piden participar en un marco estatal regular, en un marco que definirá el Estado. En todo caso esta categoría se pone al servicio del Estado para combatir a los grupos que han desfigurado el bello rostro de Argelia y atentado contra los valores sagrados del Islam y la imagen del Islam en el mundo. Es muy emocionante porque, de alguna manera, si cuando se unieron al maquis lo hicieron por una motivación civilizadora, cultural o espiritual, llegado un momento comprendieron que su causa había sido usurpada por bandidos y criminales, por todo tipo de gente contraria a los intereses nacionales y a la reputación de lo más sagrado en este país, nuestra fe islámica... cuando le hablo de nuestra fe islámica me siento afectado: es un elemento patriótico que siento y por el que tengo simpatía, una simpatía que, por supuesto no es la de todos los argelinos. Intento convencer que nada puede hacerse sin la paz, que no puede hacerse nada duradero sin la seguridad. Si queremos que nuestro país retome el ritmo en los ámbitos económico y social es necesario instaurar primero la paz, la estabilidad y la seguridad.

La paz, la estabilidad y la seguridad no serán mayores cuando tengamos 200.000 muertos, 300.000 muertos... y 3 millones de víctimas del terrorismo. Por tanto: basta, ha llegado el momento de parar los destrozos. La mayoría del pueblo argelino, todos los clanes y sensibilidades, tienen bastante sentido común como para comprender que se ha hecho suficiente daño a nuestro país y que ha llegado, por fin, el momento para que Argelia se reconcilie con ella misma, para que los argelinos se acepten los unos a los otros, tal como son. Pero resulta claro también que la vida política ha de ser constitucional o no será. Es decir, no habrá partidos políticos que la Constitución rechace y que se crearían o vendrían a renacer o resurgir fuera de la ley de la República.

M.B. Desde el comienzo de su mandato se mantiene la expectativa de un cambio de gobierno. Se anunciaba para mediados de julio tras la cumbre de la Organización para la Unidad Africana (OUA). ¿Qué tipo de cambios se plantea usted realizar?

A.B. Es posible que cambie a algunos miembros y a otros no. Pero siempre planteando un método [de trabajo] diferente, porque tengo otra concepción de la dirección de los asuntos del Estado que no es la del gobierno actual. Y no es un problema del actual gobierno: es el problema de la herencia del pasado, que ha hecho que el Jefe del Estado se haya descargado de responsabilidades.

Desde los años ochenta, concretamente desde 1989, el Jefe del Estado se ha descargado de toda responsabilidad sobre todo tipo de cuestiones. La situación ha hecho que, a fin de cuentas, estemos en un país donde el Jefe del Estado -perdone la comparación- aquí tiene el poder de Franco y se comporta como la reina de Inglaterra. Yo no lo entiendo: o bien ejerzo mi poder o bien reino como la reina de Inglaterra, tranquilamente, y me alejo de la escena. Pero no se puede ser una cosa y la otra, no es el estilo de la casa.

M.B. ¿Puede esperarse la convocatoria anticipada de nuevas elecciones legislativas este año?

A.B. Serán previstas en el momento oportuno, es decir, cuando el mandato de la Asamblea [legislativa] termine, salvo en el cambio de algunas disposiciones constitucionales. En todo caso, la prioridad entre las prioridades es la revisión constitucional y la revisión de las instituciones, no las elecciones legislativas. Hay muchos otros problemas para arreglar antes.

M.B. ¿Cuál ha sido el momento más difícil desde que asumió la presidencia?

A.B. Creo que el momento más difícil para un hombre de fe llega, precisamente, cuando alguien es condenado a muerte y, en la soledad de tu conciencia debes indultarlo o no. Para los problemas económicos se tienen expertos que pueden ayudarte a comprender y tomar decisiones; e igualmente para los problemas políticos, sociales... Pero en ese caso existe una total soledad, se está solo para tomar la decisión. Yo pertenezco a una religión que dice que cortar la vida a un ser humano es como matar a toda la Humanidad. Afortunadamente este problema todavía no se me ha presentado y añado que rindo homenaje a mi predecesor, porque, a pesar de que han existido muchos casos de condenas a muerte, no se ha procedido a su ejecución. Y yo no seré el primero en hacerlo. Los otros problemas son tan numerosos que no podría hablarle ni de satisfacción ni de insatisfacción. Mi sola insatisfacción es que el día tenga solamente de 24 horas y que no pueda alargarse.

M.B. En cualquier caso, en su vida se ha producido un gran cambio, tras haber estado tanto tiempo alejado de la vida pública.

A.B. Estaba lejos de la política pero no estaba haciendo el vago. Digamos que invertía mi tiempo de la manera más agradable y más útil posible. Vivía muy intensamente; no estaba perdiendo el tiempo ni haciendo plegarias meditativas a la manera budista. No crea que estaba pidiendo trabajo... ha sido verdaderamente algo que ha caído del cielo, pero ¡qué es más importante que morir por mi país!

M.B. En el ámbito internacional ha realizado usted una ofensiva diplomática muy importante en pocos meses de presidencia. El Magreb está cambiando. La muerte de rey Hasán II parece acelerar los cambios. ¿Cuál es el Magreb que usted cree puede construirse en los próximos años?

A.B. De alguna manera es como si alguien que ha pasado dieciséis años tocando el piano, lo haya dejado durante veinte, y ahora, de pronto, encuentra un piano... en estos momentos estoy simplemente tocando las teclas con más o menos fortuna. Por lo que respecta al Mediterráneo y al Magreb debo decir en primer lugar que el Mediterráneo se plantea en términos de complementariedad entre los países y que sería necesario que dejáramos de emplear palabras en las que no creemos.

Ha llegado ya el momento de que Europa sepa definitivamente que Argelia es un país que en dos ocasiones ha estado implicado en una guerra mundial en la que no tenía responsabilidad, ni directa ni indirecta. Cuando las cosas no van bien en Europa tampoco van bien aquí, y Europa nos necesita cuando las cosas no marchan allá. Está claro, por lo tanto, que esta Europa que se está construyendo ante nuestros ojos y con nuestra satisfacción tiene necesidad de hacernos sentir que si cuenta con nosotros en los malos momentos también es solidaria en los buenos.

Hablamos mucho de Mediterráneo... pero tengo la sensación de que es un concepto nostálgico, literario o cultural, no un concepto de verdadera cooperación. Cierto que la vecindad hace que de tanto en tanto se produzcan reuniones más o menos solemnes, importantes, ministeriales... digamos que porque cada uno está más o menos amenazado, por una razón u otra, hay reuniones de ministros del Interior, de Asuntos Exteriores. Pero esto no es cooperación: son relaciones públicas a alto nivel. Nosotros queremos una cooperación que nos lleve progresivamente a una asociación en la cual el Norte no sea simplemente un proveedor y el Sur meramente un comprador y un consumidor.

Partiendo de esta idea resulta claro que ya no hay tabúes. Antes se hablaba de la OTAN como si fuera el diablo; ahora se habla de manera normal y serena. Cuando hablamos de la Unión Europea hablamos concretamente de algo que se está construyen a pocos kilómetros de nosotros. Quisiéramos tener verdaderas relaciones, no porque seamos locamente ambiciosos, sino porque estamos al servicio de un pueblo que se encuentra solo a una hora de la otra orilla del Mediterráneo y que sueña con vivir como los otros pueblos europeos del Mediterráneo.

Con los millares de imágenes que las [antenas] parabólicas vierten sobre nosotros, con Internet, con las posibilidades de comunicación actuales, simplemente con los viajes (el pueblo argelino viaja mucho) ya ha llegado el momento, por lo que se refiere al Mediterráneo Occidental, de institucionalizar un poco mejor -e intensificar- la naturaleza de nuestras relaciones, a fin de llevarlas a la situación de una verdadera cooperación entre sus países.

M.B. Ha planteado usted su visión del espacio mediterráneo, pero ¿qué cuál es su visión específica del Magreb?

A.B. La unidad del Magreb árabe se hace con el pueblo y no con los dirigentes. Es la geografía, la Historia, los imperativos del mundo contemporáneo la que la dicta. Resulta claro que lo que lo que estaba ayer y está hoy previsto se impondrá mañana como una necesidad. Por supuesto la partida del rey de Marruecos -que Dios le tenga en su gloria- no es cosa fácil, ni en los ámbitos magrebí, árabe, mediterráneo y africano, ni, quizá, en el mundial. Era una gran figura, pero no podemos hacer nada contra los designios de Dios y está en el destino de todo hombre que sólo nace para morir. Creo que la mejor manera de honrar su memoria es intentar -por lo que concierne a Argelia- continuar con su hijo [el rey Mohammad VI] el trabajo de cooperación entre ambos países, que yo había reiniciado con él, del que no tengo ninguna razón para dudar de sus aptitudes, ni de las de su equipo dirigente. Al fin y al cabo, cuando el rey de Marruecos [Hasán II] tomó el poder no era mucho mayor que lo es hoy su hijo, y por lo que a mí respecta toda la pena por la muerte de mi hermano el rey Hasán II es también esperanza y certeza de que podré hacer en la actualidad lo mismo, sino mejor, pero en todo caso siempre bien, con su hijo.

M.B. ¿La cuestión del Sáhara Occidental ya no se interpone en las relaciones entre ambos países?

A.B. La resolución del problema del Sáhara está en manos de Naciones Unidas (NNUU). Afortunadamente, antes de su muerte, su majestad Hasán II trazó ya el camino para arreglar la cuestión del Sáhara por la vía del referéndum, a través de la aplicación de las resoluciones de NNUU, de las negociaciones que se han llevado a cabo bajo la autoridad de James Baker [delegado espacial del Secretario General de NNUU para el Sáhara] y de los Acuerdos de Huston, firmados tanto por Marruecos como por los saharauis.

Nosotros no nos dejaremos arrastrar nunca por quienes quieran que seamos más marroquíes que los marroquíes, o más saharauis que los saharauis. Al fin y al cabo, por lo que a mí concierne, estoy aquí para servir intereses superiores: exclusivamente los de Argelia. Por tanto, está claro que la referencia a la que me sumo con todas mis fuerzas y ahora más que nunca es a la de legalidad internacional, a la de la aplicación en estricto sentido de las resoluciones de NNUU y de los Acuerdos de Huston. Por otro lado, este problema fue considerado por su majestad [Hasán II] -que Dios le tenga en su gloria- como un problema excluido del contencioso bilateral [entre Marruecos y Argelia], un cargado contencioso bilateral que conseguiremos arreglar, que es perfectamente controlable y que puede gestionarse sin temor alguno. No hay ningún temor: podremos arreglarlo su majestad, el hijo de Hasán II, y yo mismo.

Usted sorprendió a la comunidad internacional cuando durante el entierro de Hasán II se encontró con el primer ministro israelí Ehud Barak y se estrecharon las manos. ¿Cuál ha sido la evolución hasta llegar a este punto en las relaciones de Argelia con Israel y que puede aportar Argelia al proceso de paz en Oriente Medio? A.B. Argelia, por el momento, intenta aportar algo al proceso de paz en la propia Argelia. Estando en el palacio de su majestad Hasán II -que Dios le tenga en la gloria-, donde se encontraban las cámaras [de TV] y los embajadores del mundo entero, los jefes de Estado, de gobierno, ministros de Exteriores..., al tener que pasar por una explanada he tenido que encontrarme ante el dirigente israelí [el primer ministro Barak]. Yo no tengo la costumbre de dar la espalda a la realidad: la realidad es la que es y la afronto como tal. Sé que el mundo no es el que yo quisiera que fuese, sé que es como es, y en aquellas circunstancias no quería provocar un incidente diplomático, ni dar la espalda ni flirtear. [Los israelíes] han venido hacia mí a saludarme con muy buena voluntad y yo les he saludado. [Ehud Barak] Me ha dicho “¿Tienen ustedes intención de mantener relaciones diplomáticas con nosotros?”. Y yo le he respondido que no. [Barak] me ha preguntado entonces que porqué, y yo le he contestado: “Hablaremos de cada cosa a su tiempo, primero debéis desalojar el Golán, después el sur del Líbano y después dar todos los derechos- insisto, todos los derechos- al pueblo palestino, los derechos nacionales que le corresponde. Y añado para probar mi buena fe que “si Israel actualmente estuviera en la situación de los palestinos, Argelia, fiel a su teoría de defensa de todas las causas justas del mundo, estaría -le he dicho- del lado de Israel contra los palestinos”. Y después nos hemos separamos. No es ni un acontecimiento ni un no-acontecimiento: es el azar.

M.B. En todo caso, si Argelia tiene ahora más presencia en la política internacional, ¿no piensa usted jugar un papel más importante en Oriente Medio?

A.B. Sería susceptible jugar un papel en la medida en la que podamos modificar los acontecimientos. No estamos en absoluto interesados en jugar el papel de cartero, el papel de quien recoge aquí un mensaje y lo lleva allá -ya hay suficientes carteros en otras partes para dispensarnos de hacer un trabajo como ése. Está absolutamente claro. Como ya le he dicho, para mí las condiciones de una paz en Oriente Medio son la evacuación [israelí] del Golán [sirio] y del sur de Líbano y [el reconocimiento de] los derechos nacionales -insisto nuevamente, nacionales- del pueblo palestino, muy claramente expresado por ellos mismos. Todo el mundo debe saber, e Israel en particular, que a partir del momento en que estas condiciones se hayan cumplido nadie me pedirá ser más árabe que los árabes, ni más palestino que los palestinos. Pero hasta entonces, está claro que seguiremos fieles a la tradición de Argelia de estar al lado de todas las causas justas del mundo, de la misma manera que apoyamos la reivindicación del pueblo de Timor, si bien está realmente lejos de nosotros.

Resulta claro, por tanto, que si es un papel de paz capital lo que se nos pide, perfecto; pero si es de espectador, de marioneta o de cartero, no. No estamos ahí para esto, y añado que no tenemos ningún complejo: cuando queremos tener relaciones lo decimos; no tenemos miedo a nadie y cuando no queremos tener relaciones también lo decimos. En este caso no tenemos relaciones... ni secretas ni directas.

He leído -como usted, probablemente- que Argelia mantuvo relaciones [secretas con Israel] en 1980. Voy a interesarme en este tema a fin de confirmarlo. Me han dicho que en 1980 se efectuaron contactos [con los israelíes] en Estocolmo. Voy a interesarme en ello, porque yo no lo sabía. Pero por lo que a mí respecta, no hay ni relaciones directas ni indirectas [con Israel]. Sin embargo, resulta claro que las relaciones internacionales pasan por la cabeza y no por el corazón. Para mí pasan por la cabeza y no por el corazón, y por lo que se refiere a Israel las condiciones para la paz con el mundo árabe son perfectamente claras y, en particular con Argelia, acabo de clarificarlas.

M.B. ¿Cuál considera usted que ha de ser el marco de relaciones entre el Estado español y Argelia?

A.B. En el mundo actual, es cada vez más difícil hablar de ayuda entre dos países: creo que es mucho mejor hablar de cooperación y de intercambio de intereses. En lo que se refiere a las relaciones con España, éstas son excelentes en los diferentes ámbitos: cooperación política, de seguridad, económica. La relación comercial entre España y Argelia se presenta de la siguiente manera: exportamos hidrocarburos e importamos en el mejor caso productos farmacéuticos, pero, en la mayoría, productos de consumo como leche y aceite. Lo que puedo decirle es que ya existe una voluntad política muy fuerte, tanto en España como en Argelia, de estrechar los lazos previamente establecidos, abriendo el camino hacia una cooperación que puede avanzar hacia una industria más sofisticada, las infraestructuras ferroviarias y carreteras, la agricultura, etc.

En lo que se refiere a la cooperación comercial no tengo nada en contra, pero no me gustan mucho las relaciones en las que nosotros damos energía y tomamos productos perecederos. Personalmente me desagrada esta situación. Hemos acordado así con el ministro [español de Exteriores] Matutes que estudiaremos la relación de asociación para hacer industrias comunes y producir con España en Argelia lo que tengamos necesidad en un cierto número de sectores. Esta fórmula parece mucho más durable y menos frustraste para la relación de los países del Sur con los del Norte. En materia de comunicaciones ferroviarias España ha realizado avances técnicos y tecnológicos considerables, y Argelia tiene necesidad de rehacer la red de vías casi completamente. Además, en estos momentos es un sueño pero pronto será un proyecto: tenemos que desarrollar de manera urgente el sur argelino por medio del ferrocarril. Es una necesidad estratégica, de seguridad y también económica. No hay temas tabúes entre España y Argelia, y la cooperación esta basada en la voluntad política de uno y otro país. En particular con el ministro Matutes hemos hablado del retorno de Iberia e incluso, quizás, de otras compañías aéreas españolas. Sin ser determinante en la balanza de pagos, hay un buen número de argelinos que hacen turismo en España. Por otro lado, debo saludar personalmente la posición del gobierno español de no haber cerrado en ningún momento su embajada [en Argel] y ni siquiera su consulado o el centro cultural. Creo que es una fidelidad a un pasado muy lejano que nos ha unido durante ocho siglos.



1999-06


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