La ‘nueva izquierda’ en Ecuador: un acercamiento

Quito, noviembre 2010

Hace pocos días[1] concluyó la I Convención Nacional del Movimiento Patria Altiva y Soberana –PAIS- (en adelante AP), proceso que duró dos meses y cuya agenda contempló temas clave para cualquier organización política, más aún para una que está en el gobierno y lidera el proceso de Revolución Ciudadana desde hace casi cuatro años: carácter de la organización (¿partido o movimiento?), orientaciones ideológicas, programa, estatutos. Esto muestra una situación sui generis, en la que aparecen invertidos los elementos que se han entendido como fases lógicas de una estrategia política, esto es construir la organización y el programa para entonces llegar al poder.

Una de las afirmaciones importantes que se deriva de la I Convención de AP es la de avanzar en la construcción de una ‘nueva izquierda’, tesis ya en curso como parte del proceso actual, habida cuenta del debilitamiento y desgaste crónico de los entornos partidarios de la izquierda tradicional[2], así como de los ‘extravíos’[3] de agrupaciones que florecieron al calor de luchas sociales en la reciente década de tránsito de siglo, pero que igualmente se han desdibujado en medio de los avatares electorales de un período que estuvo caracterizado por una aguda crisis política[4].

Así, el tratamiento más explícito a la izquierda como ideología, proyecto de cambio y expresión orgánica en el Ecuador de hoy acaba de darse a propósito de esta primera Convención de la fuerza política que sustenta e impulsa al gobierno de la Revolución Ciudadana.

Pero hay también otros momentos o hechos en los que han salido a flote posiciones, visiones, propuestas y fuerzas de lo que, en términos amplios, puede ubicarse como el campo de la izquierda ecuatoriana. Se trata de los acontecimientos asociados al intento de golpe del 30 de septiembre de 2010 (conocido ya como 30S), y del proceso constituyente (2007-2008).

Nos remitiremos entonces principalmente a esos tres momentos (I Convención de AP, 30S y proceso constituyente) para ubicar la visión y las perspectivas de la nueva izquierda. La cercanía de los hechos, así como el déficit acumulado en una línea interpretativa o analítica en torno a la izquierda ecuatoriana, nos obliga a recurrir a fuentes de primera mano para aproximarnos al tema. Así, consideraremos alguna de las entrevistas realizadas por Marta Harnecker en el marco de la preparación de sendos libros sobre la historia y proceso de los movimientos Pachakutik y Alianza País, al igual que discursos del Presidente Rafael Correa y el reciente Programa de AP.

Ecuador se cuenta entre los países que busca una transformación siguiendo lo que Emir Sader nombra como ‘la tercera estrategia de la izquierda latinoamericana’.  Es un camino que transita desde hace ya casi cuatro años, cuyo eje es la refundación y las acciones del Estado, con un protagonismo del gobierno que lidera y encarna ese proyecto de cambio, pero cuya conformación y acciones dan cuenta de una realidad de gobierno y proyecto en disputa en cuanto a, justamente, sus orientaciones de izquierda y la profundidad de los cambios en curso. Esto es fruto no sólo de los visiones e intenciones de quienes ocupan los lugares preeminentes -especialmente el Presidente Correa-, sino de la configuración de fuerzas e intereses encarnados en el Estado y en la sociedad.

Ha sido un período en que, junto con el explícito afán de salir del neoliberalismo, se ha avanzado en la articulación de una propuesta de cambio estructural en torno a la que se han ensayado distintos nombres, pero siempre con la palabra ‘socialismo’ de por medio: desde evocaciones al Socialismo del Siglo XXI, hasta lo que hoy aparece ya como la más firme denominación de Socialismo del Buen Vivir, pasando por Bio Socialismo y otros.

Si en los inicios de este proceso, cuando se articuló la iniciativa electoral en torno a Rafael Correa, el programa de gobierno[5] marcaba claras rupturas con el neoliberalismo y un enfoque de protagonismo político ciudadano que le dio nombre a la propuesta, hoy el camino recorrido en el país y el compartido con los otros procesos de cambio en la región, da cuenta de importantes saltos cualitativos que configuran una transición que, si bien en disputa, ubica el Socialismo como horizonte.

 

La fase Constituyente (2007 – 2008)

En el proceso electoral de 2006 no cuajó completamente el intento de unidad de la izquierda en torno a la candidatura de Correa. El Movimiento Pachakutik (PK) y el Movimiento Popular Democrático (MPD)[6] optaron por ir con candidatos presidenciales propios, pero alcanzaron resultados marginales: 2,18% y 1,30% de los votos, respectivamente. En cambio el Partido Socialista se comprometió con una alianza electoral que se ha mantenido en los subsiguientes procesos[7], que le ha permitido obtener ubicaciones en la Asamblea Nacional y en gobiernos locales gracias al fenómeno de arrastre de votos que supone ir junto a Correa. Con alguna salvedad, se puede afirmar que los grupos aliados no han aportado votación a AP, sino al contrario.

En la Asamblea Constituyente, en cambio, sí se logró conformar un frente de izquierda y centro izquierda, que si bien mostró momentos de tensión o de diferencias, se mantuvo hasta el final del proceso, esto es hasta el plebiscito aprobatorio en 2008.

El impulso de un proceso constituyente fue uno de los postulados de AP desde la campaña electoral. En función de esa tesis, el movimiento no presentó candidaturas para el Congreso Nacional[8], y si bien éste llegó a instalarse con las/os nuevos diputados electos, al poco tiempo fue clausurado; fue uno de los hechos más relevantes de ruptura con la llamada ‘partidocracia’, vista como expresión de un período de decadencia de la política, subordinada a poderes e intereses nacionales y extranjeros contrarios a la construcción de verdadera democracia y soberanía.

La clausura o disolución del Congreso Nacional fue el primer paso con miras a la convocatoria a una Asamblea Constituyente, seguido luego de la definición de los alcances de su mandato: ¿debía hacer reformas a la Constitución vigente (de 1998) o escribir un texto completamente nuevo? Mientras se dilucidaban este y otros asuntos que harían viable la instalación de la Asamblea, el Presidente Rafael Correa propuso a las Universidades (a través del Consejo Nacional de Educación Superior –CONESUP-) conformar una comisión que adelantara un proyecto de Nueva Constitución. Tal ‘comisión de juristas’ funcionó entre marzo y octubre de 2007 y su trabajo se abrió con una fase de recepción de propuestas ‘ciudadanas’, encaminadas por parte de organizaciones sociales, grupos y entidades de las más diversas.

De ese proceso provino uno de los proyectos que más tarde sería considerado en la Asamblea Constituyente. Sus contenidos, especialmente en temas económicos, suponían apenas una reforma a la Constitución vigente a la fecha, y fueron largamente rebasados por el texto aprobado en 2008. A más de su interés intrínseco, este antecedente es importante porque entre los juristas de esa comisión se encontraba al menos uno muy vinculado al Movimiento Pachakutik y a la CONAIE[9], que luego coordinó la preparación del proyecto que esta última organización presentó a la Asamblea; de ahí las notorias coincidencias entre esos dos textos, particularmente en lo referido a la visión económica, de algún modo secundarizada frente a los temas centrales de su agenda relacionados más con plurinacionalidad.

Considerando los resultados finales (el texto de la nueva Constitución aprobada), es posible identificar los proyectos y propuestas más destacados entre las decenas que se encaminaron hacia la Asamblea Constituyente. Además de los dos mencionados (CONESUP y CONAIE), cuentan los planteados desde un proceso que se llamó ‘Las izquierdas y la Constituyente’[10], el consensuado por el conjunto del Movimiento de Mujeres y el formulado desde el mismo gobierno y AP.

Lo que interesa destacar es que, en términos generales, la nueva Constitución superó en radicalidad y novedad a prácticamente todas las propuestas. En la Asamblea y en el país se generaron las condiciones no sólo para una síntesis de ese conjunto diverso de aspiraciones y visiones, sino para buscar y elaborar lo nuevo. Por ejemplo, la perspectiva del Buen Vivir no provino, como podría suponerse, de la propuesta de la CONAIE que más bien, en varios aspectos de su proyecto, no rebasó un perfil de reforma o readecuación de la Constitución de 1998.

Las propuestas más innovadoras y más interesantes no estuvieron fuera o en los alrededores de la Asamblea, sino a su interior, en una dinámica que integró también los nuevos debates y visiones regionales y mundiales. Este escenario se convirtió, de algún modo, en uno de construcción del ideario de esa ‘nueva izquierda’ en ciernes, entre cuyos integrantes se mezclaban políticos y líderes sociales de larga trayectoria[11], jóvenes que se estrenaban en política, intelectuales y ‘onegeistas’, migrantes… sin que faltaran políticos de derecha reciclados o convertidos, caudillos locales, etc.

Entre las propuestas sectoriales que fluyeron a la Asamblea, varias tenían un sello reivindicativo según formatos previos, más que opciones de cambio estructural. Por ejemplo, la presentada desde el entorno sindical constituía un proyecto de constitucionalización del Código del Trabajo vigente, por tanto circunscrito a una visión del trabajo como empleo asalariado y a unos derechos correlativos en un horizonte máximo de mejor salario, estabilidad y derecho a la organización. Nada se decía sobre la diversidad de formas de trabajo, sobre el trabajo en sus dimensiones económicas (no sólo sociales), o sobre el trabajo como eje de la producción, por ejemplo, aspectos todos de innovación en el texto aprobado.

Esto habría de traducirse más tarde en una suerte de auto expropiación del resultado constitucional. En algunos entornos de movimientos se mostró inconformidad o distancia con la nueva Constitución, a pesar de que integraba en alguna medida sus propuestas, no porque el resultado fuera inferior a la expectativa sino porque lo superaba; desde luego el discurso del caso apuntaba a supuestas deficiencias de contenido o de proceso.

Esta auto expropiación conjuga y converge con los afanes de la derecha de bajarle el perfil a la Constitución como expresión de un nuevo ‘pacto social’ del mayor nivel democrático[12]. En la actualidad de modo creciente, y en medio de acusaciones de autoritarismo hacia el gobierno, de lado y lado se propone la instauración de mesas de diálogo o similares para llegar a consensos, acuerdos y pactos, en una alusión a la democracia liberal ideal y congelada que supondría siempre un juego y unos acuerdos entre gobierno y oposición, entre derecha e izquierda, que se sucederían en el poder siguiendo la ‘ley del péndulo’[13].

No puede dejar de anotarse, entonces, la evidente paradoja entre las condiciones favorables a la recuperación y potenciación de ideas y propuestas fraguadas en los movimientos sociales, y la realidad de debilitamiento de estos movimientos, determinada por un conjunto de factores previos, internos y externos, que no son endosables o atribuibles a la existencia y funcionamiento de una ‘nueva izquierda’ o a las acciones del gobierno de AP.

En suma, podría decirse que el momento de la Asamblea fue uno de síntesis y de superación de lo acumulado, de protagonismo de la ‘nueva izquierda’ en el gobierno y, simultáneamente, escenario en el proceso de construcción de su ideario.

 

El intento golpista del 30S (septiembre 2010)

A casi dos meses de los acontecimientos referidos como 30S, continúa una disputa por la interpretación de lo ocurrido, sobre el carácter de ‘golpe’ o de ‘sublevación’. La derecha y sectores de la ‘izquierda crítica’ insisten en cuestionar el carácter de golpe. Pero más allá de tal disputa, se trató de un momento relevante en tanto obligó a explicitar o transparentar posiciones y expectativas frente al gobierno y al proceso de la Revolución Ciudadana.

El análisis de Quintero y Sylva señala que la coyuntura golpista:

se originó con la movilización de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), a fines de septiembre del 2009, en rechazo a la Ley de Recursos Hídricos y para retener su manejo de las instituciones públicas orientadas al sector indígena en educación, salud y desarrollo, abriendo la coyuntura desestabilizadora que tendría su hito un año más tarde, el 30 de septiembre del 2010, con la insubordinación de sectores de la Policía y el secuestro e intento de asesinato del Presidente de la República[14].

Hace un año también se habría profundizado el distanciamiento del gobierno de algunas organizaciones e intelectuales, resquebrajándose esa alianza de izquierda que funcionó en la Asamblea Constituyente.

Entre otros factores, opera en este fenómeno una suerte de sesgo metodológico, que ha llevado a leer todo lo que ocurre en el gobierno y en el país desde una mira ubicada en la figura de Correa. Así, un proceso que por obvias razones está en latente disputa, cruzado por múltiples actores, intereses y relaciones, termina siendo visto y explicado por lo que Correa dice y hace, por sus posturas y por su temperamento.

Desde esa simplificación, se ha ido configurando un ‘anticorreismo’ minoritario pero de variados matices. Sin embargo, más allá de esos matices, está el hecho objetivo de que el liderazgo y la popularidad del Presidente Correa ha sido una de las condiciones imprescindibles para abrir un espacio de cambio, y por eso se procura minar su imagen.

Así, puesta en juego la continuidad presidencial –y por tanto del proyecto- en la asonada golpista, salieron a flote posturas que podían aún mantenerse subyacentes en sus alcances. Se anticiparon a los pronunciamientos de la derecha las acciones y manifiestos de un sector de la izquierda y de los movimientos: el Movimiento Popular Democrático hizo presencia en las calles en apoyo a la acción policial, Pachakutik pidió la renuncia del Presidente, la CONAIE tuvo inicialmente una postura más equilibrada, pero en los días subsiguientes se sumó a la postura de Pachakutik.

El Presidente Correa ha señalado en más de una ocasión que las amenazas para el proceso pueden venir más desde la ‘izquierda tradicional’, de la ‘izquierda infantil’ que de la derecha. Esta afirmación y su reiteración no sólo han despertado sospechas y resentimientos, sino que han dejado incógnitas sobre el sentido de ventilar públicamente, a veces con prioridad, esta confrontación. Los acontecimientos del 30S parecerían confirmar en parte esos recelos presidenciales.

El día 30S se constató que quienes salieron a las calles a defender la Revolución Ciudadana no eran los movimientos ‘de siempre’, sino más bien una ciudadanía espontánea. El resultado neto inmediato fue una ratificación del apoyo popular al Presidente y al proceso. De ahí que el mensaje del gobierno haya puesto énfasis en dos aspectos: el compromiso de radicalización y la urgencia del fortalecimiento de la organización de AP y de las bases sociales en términos más amplios[15].

Si bien ese énfasis del mensaje gubernamental refleja bien el enorme potencial político que emana de los acontecimientos del 30S, el manejo general de estas semanas ha concedido tal espacio a la judicialización de los hechos que lo político ha quedado en segundo plano.

Más aún, tras el anuncio de radicalización del proceso, coincidió en la agenda legislativa el tratamiento y aprobación en primera instancia del Código Orgánico de la Producción, cuerpo legal contradictorio, que se distancia de los lineamientos constitucionales muy avanzados en esta materia, para adoptar como eje ordenador la perspectiva de ‘competitividad sistémica’ y la centralidad de las inversiones privadas y extranjeras. Esto lleva a considerar el carácter y alcances de la transición actual, que Quintero y Sylva insinúan como Capitalismo de Estado y Ramírez define como Socialismo de Mercado. Así también, ha permitido constatar el relativo vacío de propuesta en torno a estos temas por parte movimientos y organizaciones sociales.

Por otro lado, la caracterización de Emir Sader acerca de los comportamientos tendenciales de lo que llama ‘ultra izquierda’ parece hecha a la medida de lo que ha recrudecido tras el 30S. Se apunta a Correa y a los deslices de derecha de su gobierno y no a la derecha en sí, con la cual, por el contrario, se coincide. Se aprovecha al máximo de las oportunidades de presencia mediática, sin considerar la instrumentalización de esos inéditos espacios en beneficio de fuerzas y tesis de derecha. Y así…

El 30S, entonces, fue un escenario para confirmar o transparentar oposiciones de alguna izquierda y de ciertos movimientos hacia el proyecto de cambio ‘tal como es’, y fue también un llamado de atención al gobierno sobre la importancia de la radicalidad del proceso y de la construcción de organización que lo sustente.

 

La I Convención de Alianza País (noviembre 2010)

Esta Convención se prolongó por dos meses, en los cuales avanzó un debate por provincias de las propuestas de orientación ideológica, propuesta programática[16] y estructura orgánica. Culminó en el encuentro en Guayaquil, que juntó miles de delegadas/os y en cuyo marco fue electa una directiva, presidida por Rafael Correa. Las definiciones más relevantes tienen que ver con:

  • Mantenerse como movimiento, no pasar a constituirse en partido[17].
  • Ubicar como horizonte de cambio el Socialismo del Buen Vivir
  • Definir siete ejes programáticos[18]:
    • Revolución política y radicalización de la democracia
    • Revolución del sistema de justicia
    • Revolución económica, productiva y laboral
    • Revolución por la inclusión social
    • Revolución ecológica
    • Revolución ética y de combate a la corrupción
    • Revolución de las relaciones internacionales, por la integración y la soberanía.
  • Designar un directorio que contempla la paridad de género[19].
  • Plantear una política de alianzas plural e integradora.

El programa ratifica a la Constitución como la ‘hoja de ruta’ del cambio, sin embargo en el abordaje de algunos temas mantiene un rezago respecto de las definiciones constitucionales.

Luego de los acontecimientos del 30S, la Convención se asumió como el punto de partida para dotar de más organicidad al movimiento, para darle más consistencia ideológica[20]. El programa marca hitos y ejes, pero refleja también la diversidad de corrientes y de búsquedas que se articulan en este espacio, en el que la voz del líder indiscutido, Rafael Correa, ha insistido en la necesidad de una ‘izquierda pragmática’ y ‘eficiente’.

 

Otras constataciones y perspectivas

  • El proceso de la Revolución Ciudadana ha avanzado con el protagonismo de Alianza País y un conjunto de grupos aliados, en unos casos (no en todos) estos son parte del ámbito de quienes se reconocen como movimientos sociales. Esta etapa coincide con un reflujo y debilitamiento de los movimientos, fruto de procesos previos, aunque en buena medida sus agendas ‘históricas’ se vean reflejadas en los avances constitucionales, de política pública y de orientación ideológica del gobierno.

 

  • Los movimientos, como conjunto, no han logrado hacer la transición, el ‘ajuste de foco’ a una coyuntura de transformación, en la cual se redefinen ámbitos y roles de movimientos y gobierno, se mezclan sus aguas. En unos casos se ubican frente al gobierno tomándolo como uno más, al cual hay que exigir reivindicaciones y tomar posturas de acuerdo o desacuerdo con sus políticas vistas sectorial o aisladamente, no como parte de un proyecto en disputa. Hay quienes consideran que no se trata de un gobierno de cambio. En otros casos, se han dado acuerdos explícitos de alianza y coparticipación (por ejemplo FENOCIN), bajo la premisa de compartir un proyecto de cambio.

 

  • De su lado el gobierno no ha logrado avanzar en una política clara y eficaz de interrelación con los movimientos, para integrar y fortalecer un latente apoyo al proyecto de la Rev. Ciudadana. Entre quienes han actuado en el frente político del gobierno las visiones o posiciones van desde una desvalorización de los movimientos asumiéndolos como parte de una estructura corporativa que debe ser eliminada, hasta quienes esperan una adhesión de tipo clientelar, pasando por quienes tienen una mirada más estratégica sobre la importancia de esta relación y sus medios.

 

  • Al igual que latente apoyo, hay también latente oposición, u oposición que se ha ido transparentando en la coyuntura inmediata. En unos casos se trata de diferencias ‘de origen’ con las personas y las propuestas; en otros resultan de expectativas incumplidas respecto de ‘cuotas’ de participación en instancias de gobierno; en otros de desacuerdo con determinadas posiciones o políticas. También se reedita la lógica de actores minoritarios o muy debilitados que ‘crecen’, aparecen más grandes jugando a la oposición. No faltan los factores ‘subjetivos’, entre ellos los que se derivan del choque de personalidades y egos (en general masculinos).

 

  • El caso del movimiento indígena tiene especificidades. Si bien, como el gobierno destaca, no se trata de un todo homogéneo en tanto organizaciones[21], sí lo es en tanto pueblos originarios. En ese sentido es relevante lo que puede ser visto como factor ‘subjetivo’ pero que es en realidad elemento clave y estructurante de su cultura: la oralid En el mundo indígena las palabras tienen un valor relativo distinto, y el discurso presidencial no ha hecho ese matiz. Ha usado estilo idéntico al que emplea en la interrelación con todos los demás, lo que da como resultado una sensación de resentimento, de distancia, de desconfianza que se traduce en reacciones confrontativas, de intercambio de adjetivos (amplificados mediáticamente) dejando en segundo plano las agendas, o permitiendo que se confundan o desdibujen los asuntos sustantivos.

 

  • En esta relación tensa (como en otras), se han mostrado debilidades del lado del gobierno a la hora de plantear alternativas, iniciativas que se coloquen por encima de una confrontación vis a vis, y ha sido la figura presidencial la que debe jugarse en pos de una correlación de fuerzas favorable, lo que supone también desgaste político.

 

  • En la coyuntura inmediata es evidente la necesidad de reencauzar esta relación, desde una visión estratégica que se ubique ‘por encima’ de los conflictos y los conduzca en función de asegurar la profundización de condiciones para el cambio. Es claro el desafío de revertir una tendencia que ha tornado en adversarios a los aliados naturales (indígenas y ambientalistas principalmente). Es indispensable reconstruir un escenario en el que se identifique a los verdaderos adversarios (élites e intereses del capital nacionales y transnacionales, derecha, imperio…), y en el que se reubique o revalorice el proyecto de transformación bajo el paradigma del Buen Vivir. El paso dado en esa dirección por la Convención de AP abre buenas expectativas en ese sentido.

 

  • Esto supone construir conjuntamente una agenda de cambio como proceso (el maximalismo y el inmediatismo juegan en sentido contrario), asumiendo que en ese camino abierto se conjugan la transformación del Estado y su institucionalidad y la transformación de la sociedad y sus expresiones organizativas. Para este cambio político es crucial al momento hacer evidente que se asume la plurinacionalidad como eje y buscar los mecanismos de construcción o reconocimiento de intereses compartidos y agenda común.

 

Referencias bibliográficas

Alianza País (2010), Principios y programa, documento para la I Convención Nacional.

Correa, Rafael (2010), Discurso en el Congreso de la CLOC – VC, Quito.

Harnecker, Marta (2010), Entrevista a Ricardo Patiño, Quito

León Magdalena (2008), ‘El Buen Vivir: objetivo y camino para otro modelo’, ILDIS / La Tendencia, Quito.

Quintero, Rafael y Sylva, Erika (2010), ‘Ecuador: la alianza de la derecha y el corporativismo en el “putch”1 del 30 de septiembre del 2010’, Quito.

Ramírez, René (2010), ‘La transición ecuatoriana hacia el Buen Vivir’, en Sumak Kawsay / Buen Vivir y cambios, civilizatorios , Irene León coord., Fedaeps, Quito.

 

Notas

  • Texto escrito como material docente para el curso virtual ‘La izquierda en América Latina: balance, perspectivas y alternativas’, organizado por CLACSO, 2010

[1]  El 15 de noviembre de 2010, en Guayaquil. El lugar y la fecha de esta I Convención de AP fueron elegidos en conmemoración de los 88 años de la masacre a más de mil trabajadoras/es y pobladoras/es para poner fin a la huelga general y movilización popular que se habían tomado la ciudad. Desde entonces esta es una fecha destacada en el calendario sindical y de la izquierda ecuatoriana.

[2]  Esto es los partidos y agrupaciones de vertiente Comunista y Socialista que desde sus orígenes, alrededor de 1920, se han articulado a través de distintas expresiones organizativas. Entre 1970 y 1990 se formaron –y se extinguieron- además otras organizaciones que intentaron ser una alternativa de perfil más ecuatoriano y latinoamericano, inclusive optando por la vía armada, como es el caso de Alfaro Vive Carajo.

[3]  Expresión utilizada por Erika Sylva en el artículo de opinión “¿Tropezón o extravío?”, a propósito de los encuentros entre líderes de organizaciones indígenas y representantes de la derecha guayaquileña (Diario El Telégrafo, marzo de 2010).

[4]  Entre 1998 y 2006 se produjeron tres destituciones presidenciales, sucediéndose en ese puesto seis personas.

[5]  La construcción de este programa fue innovadora en sí, pues se basó en la integración de propuestas provenientes de diversos entornos organizativos, de experiencias relevantes sobre los diversos temas, lo que en algunos casos significó sumar agendas que no habían sido asumidas directamente por las izquierdas (por ejemplo las referidas a diversidad sexual o a lucha contra el sexismo y el patriarcado).

[6]  El Movimiento Plurinacional Pachakutik (PK) se conformó hace más de diez años como el brazo político electoral de la Confederación de Pueblos y Nacionalidades del Ecuador (CONAIE), pero integró una militancia diversa de izquierda, no sólo indígena. Llevó a la presidencia a Lucio Gutiérrez en 2003, pero terminó rompiendo con ese gobierno que se apartó desde los inicios de los acuerdos programáticos. Con el tiempo varios grupos y personas abandonaron las filas de PK y ha prevalecido una línea de corte más indigenista. El Movimiento Popular Democrático es el brazo político electoral del Partido Comunista Marxista Leninista desde hace unos 25 años.

[7]  Cuatro procesos electorales hasta el momento.

[8]  Ver entrevista de Marta Harnecker a Ricardo Patiño.

[9]  Confederación de Pueblos y Nacionalidades Indígenas del Ecuador.

[10]  Este proceso fue coordinado desde el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales –ILDIS- de la Fundación Ebert, entidad a la que estuvo vinculado el futuro presidente de la Asamblea Constituyente, Alberto Acosta. La convocatoria se dirigió a un amplio espectro de agrupaciones de izquierda y centro izquierda, incluyendo a AP y el entorno de gobierno.

[11]  La nueva izquierda marca diferencias pero presenta varias continuidades. Quizá la principal se desprende del hecho de que ex militantes de un amplio rango de agrupaciones de izquierda, que por años estuvieron en repliegue y dispersión, encuentran el nuevo espacio de AP. Así también, porciones de la militancia de Pachakutik, sea como individuos, sea como grupos a su interior, se desplazaron ya desde el período electoral hacia las filas de AP.

[12]  En el plebiscito aprobatorio la Nueva Constitución obtuvo más del 80% de votos.

[13]  Por ejemplo, contemporáneamente a la I Convención de AP, el Comité Empresarial Ecuatoriano ha convocado a una ‘cruzada democrática’ que invita a los ‘sectores sindical, intelectual, político, religioso, indígena y afroecuatoriano, empresarial; del gobierno central, los gobiernos seccionales; y los poderes judicial, legislativo y electoral’, para el diálogo ‘Ecuador – Posible’, que tratará, entre otros, temas de ‘pobreza y búsqueda de equidad; la globalización y la integración; el medio ambiente y los desafíos del desarrollo; la libertad de expresión; los retos sobre género y las minorías; el presente y el futuro del Estado…..”, como consta en la carta de invitación cursada por los organizadores.

[14]  Quintero y Sylva, 2010, p. 1.

[15]  Ver discurso presidencial en el Congreso de la CLOC – Vía Campesina, Quito, octubre 2010.

[16]  El documento que consta en la bibliografía es el que sirvió de base para el proceso de la Convención. Se espera que en breve circule el documento final, que integra los resultados de los debates.

[17]  Llama la atención que intelectuales de derecha hayan criticado la no constitución de AP como partido, forma organizativa vista como la más adecuada para la ‘competencia’ democrático electoral. Han criticado también que se declare una perspectiva anticapitalista; alguno ha dicho que esto comprueba la vocación autoritaria y fascista del gobierno, pues en su momento, asegura, también Hitler se pronunció como anticapitalista.

[18]  Los ejes previos fueron: Soberanía y dignidad del país; lucha contra la corrupción; revolución de educación y salud; revolución constitucional; revolución económica.

[19]  El denominado ‘buró político’ que dirigió AP en la fase anterior estuvo conformado por abrumadora mayoría masculina.

[20]  Los debates propios de la Convención y su entorno se hicieron en parte extensivos a la sociedad, especialmente luego de las lecciones del 30S acerca de la debilidad organizativa del caudal de apoyo al proyecto.

[21]  Además, luego de la alianza con Lucio Gutiérrez se produjo una erosión de sus bases y de su cohesión ideológica, lo que junto a otros fenómenos se traduce hoy en la presencia de líderes indígenas con explícitas posiciones de derecha.