Cómo empañar una victoria: la prensa y la campeona Glenda Morejón

Las victorias deportivas poseen un valor intrínseco. Tienen que ver con el talento, el gusto, el esfuerzo y la disciplina que conlleva el desafío individual de alcanzar cada vez mejores rendimientos, de competir con espíritu deportivo. Un resultado de ganancia a cualquier escala, más aún si es mundial, en general se contempla desde referentes del deporte involucrado: puntajes o tiempos logrados, rendimiento en el contexto respectivo, perfil de las o los competidores, incidencias del evento en sí, condiciones técnicas del logro.

Nada de eso ha salido a relucir, ha trascendido en el modo como se difundió la victoria de la imbabureña Glenda Morejón, marchista que obtuvo medalla de oro en el mundial de Sudáfrica. Su victoria, paradójicamente, hasta aparece deslucida por una interpretación en negativo de las condiciones que han rodeado su vida y su joven carrera. De ser una deportista excelente y ganadora pasa a ser vista como una persona rodeada de problemas y privaciones, poniendo, como no, por delante el dinero como la medida de todo.

Las indagaciones no se preocuparon de cómo fue la experiencia de la participación, fueron a hurgar con curiosidad casi malsana en asuntos más bien familiares y privados, que no por fuerza deben ser ventilados públicamente. Coberturas y noticias victimizantes y sensacionalistas dejaron de lado la dignidad.

¿No cabría, por un momento, ponderar que hay elementos de una fórmula ganadora en su experiencia, valorar lo que sí coadyuvó a su triunfo y no lo que le faltó? Tal vez aquí quepa considerar que, como en otros ámbitos, los modelos únicos y universales no son los que funcionan siempre.

En esa fórmula ganadora reluce todo lo que no tiene precio: su propia determinación y compromiso, el ambiente de solidaridad y apoyo mutuo del que ha sido parte, la creatividad y el empeño del entrenador, la eficacia del agua de panela como bebida energética, la optimización en el uso del equipo disponible.

En lugar de una celebración en positivo, desde la digndidad y el sano orgullo, desde los medios primó el lamento y la estigmatización de lo público, con informaciones incompletas o sesgadas.

Y dado que han sido días de varias victorias deportivas de perfil internacional, como nunca antes, se impone más bien indagar cuánto de su rendimiento se explica por condiciones de recuperación de lo público, que no se reducen a beca o pensión entregada en dinero por el Estado.

No es que haya que dejar de lado la revisión de apoyos y reconocimientos públicos, más aún cuando hace falta encarar un modelo de mercado que se filtra en muchos sentidos también en este ámbito, uno de ellos redefinir la importancia relativa del fútbol. Pero, ante todo, hace falta poner en perspectiva la novedad de una generación que está despuntado, con presencia y resultados que no habíamos visto nunca del modo sostenido que hoy apreciamos.